En la tierra somos fugazmente grandiosos

De Susana Oviedo

13 de Nov de 2021

Hace un tiempo leí el libro de poemas del joven escritor vietnamita Ocean Vuong (1988) “Cielo nocturno con heridas de fuego”, poesía intimista en donde el autor se muestra con absoluta honestidad y nos enfrenta continuamente a su vulnerabilidad como ser humano. Quedé impactada con tanta carga emotiva que, unida a mi propia sensibilidad, me resultaba un ejercicio abrumador. Los poemas son hermosos, desgarradores y en su prosa se deja entrever el impacto que han tenido en Vuong los traumas de la guerra de Vietnam, el exilio, la  marginalidad en los Estados Unidos debido a ser inmigrante y a su opción sexual; y la estigmatización de su lengua materna. Actualmente, en los tiempos donde abunda la literatura con frases de autoayuda, individualismo y positividad tóxica, este autor me encandila por su autenticidad y valentía.

Esta es una de mis frases favoritas:

“Algún día amaré a Ocean Vuong.
Ocean, no tengas miedo.
El final del camino está tan adelante que ya lo dejamos atrás”

No estaba segura de poder asimilar una segunda lectura de Ocean Vuong. En este caso, se trataba de su novela “En la tierra somos fugazmente grandiosos” (“On earth we are briefly gorgeous”). Estuve unos días sin abrirla hasta que decidí embarcarme en su lectura. Es una novela extraordinaria.

El título del libro corresponde a uno de los poemas de Vuong y, a pesar de estar catalogada como novela, también la podríamos considerar como sus memorias. Hacia el final del libro, la escritura se transforma en una forma de prosa poética.

Escrita como una carta a su madre, que no sabe leer, Ocean Vuong escribe la crónica de su vida. El narrador es Perro Pequeño (su alter ego), un inmigrante vietnamita en Estados Unidos explorando su historia familiar, la transmisión intergeneracional de violencia y el difícil viaje en búsqueda de su identidad sexual.

Ocean Vuong y su madre

El libro nos enfrenta a cómo se procesa el trauma y el dolor. También nos interroga acerca de cómo se hereda el lenguaje y el silencio. Es inevitable sentirse atraído por la belleza de su escritura, por la fuerza política y por la sabiduría de las ideas de Vuong: “La libertad no es más que distancia entre el cazador y su presa”.

Uno de los temas centrales de la novela es la relación del narrador con un conflictivo y reprimido joven estadounidense. A través de él, Vuong nos muestra algunos aspectos de una sociedad norteamericana hipócrita, la epidemia de opioides y las nociones imperantes de la masculinidad. Ciertamente este es un libro valiente; algunos de los detalles de la relación sexual entre los jóvenes podrían ser incómodos de leer, pero de la mano de Vuong están manejados con delicadeza. Esta es una obra que tiene mucho que decir y, en muchos aspectos, merece nuestra atención por su exploración sostenida de las clases sociales, de la violencia producida por la devastadora guerra de Vietnam y la de la propia familia, del despertar sexual y de las profundas secuelas del trauma generacional y el desarraigo.
Otro de los aspectos más destacables de “En la tierra somos fugazmente grandiosos”, reside en la intensidad de las escenas de las vidas de los tres personajes principales. Vuong, maneja magistralmente la emoción que está presente en todo el libro y el contraste permanente entre la crudeza de su relato y el lenguaje poético, que atrapa desde su inicio.

 

Al tratarse de un libro muy personal, en el que el autor se expone de una manera tan intensa, pueden existir imperfecciones y hay momentos en que pareciera que el libro colapsa considerando el peso de su propia intensidad. Como sea, se trata de una lectura maravillosamente emotiva que confirma el poder de la literatura y de lo que puede hacer visible. La honestidad y la belleza del lenguaje poético en la escritura de Ocean Vuong le asignan un sello inconfundible en una sociedad norteamericana marcada por los prejuicios y los traumas de una guerra sin la cual él no habría nacido.

Un comentario sobre este libro subraya que se destaca por la atención que presta no a cómo los pensamientos hacen que nos sintamos, sino a cómo los sentimientos hacen que pensemos. “En la tierra somos fugazmente grandiosos” explora muchas verdades que son valiosas por estar precisamente impregnadas de sentimiento.

Ocean Vuong (1988) nació en Ho Chi Minh, Vietnam. Tras conseguir asilo, a los dos años emigró con su familia a los Estados Unidos. Fue el primero de su familia en aprender a leer cuando cumplió los once años. Estudió Literatura Inglesa del siglo XIX en el Brooklyn College y poesía en la Universidad de Nueva York. Su trabajo se ha publicado en numerosos medios, entre ellos The New Yorker y The New York Times. Actualmente, es profesor en el Amherst College de la misma ciudad. En 2014 Vuong recibió la beca Ruth Lilly / Sargent Rosenberg de la Poetry Foundation y fue galardonado por su poemario “Cielo nocturno con heridas de fuego” con el Whiting Award, el Forward Prize y el Premio T. S. Eliot. Su primera novela, “En la tierra somos fugazmente grandiosos” está inspirada en sus propias vivencias.

«Otoño. En algún lugar de Michigan, una colonia de mariposas monarcas, más de quince mil, empieza su migración anual hacia el sur. En el espacio de dos meses, de septiembre a noviembre, viajarán, un golpe de ala tras otro, del sur de Canadá y los Estados Unidos hasta el centro de México, donde pasarán el invierno.
Se posan entre nosotros: en alféizares y alambradas, en tendederos aún desdibujados por el peso recién colgado de la ropa, en el capó de un Chevy azul descolorido, plegando las alas despacio, como si las estuvieran guardando, antes de volver a batirlas y alzar el vuelo una vez más.
Basta una noche helada para matar a toda una generación. Vivir, entonces, es una cuestión de tiempo, de momento oportuno.
Aquella vez en que estaba yo haciendo travesuras –tendría cinco o seis años– y aparecí de pronto de un salto desde la puerta del pasillo, chillando: “¡Buuummm…!” Tú gritaste, con la cara agachada y el gesto torcido, y luego te echaste a llorar, agarrándote el pecho mientras te pegabas a la puerta, buscando aliento. Yo me quedé allí de pie, desconcertado, con el casco militar de juguete ladeado en la cabeza. Yo era un chico norteamericano imitando lo que había visto en la televisión. No sabía que la guerra estaba aún dentro de ti, que –para empezar– había habido una guerra, y que una vez que entra en ti ya nunca te abandona…, solo retumba, un sonido que da forma a la cara de tu propio hijo. Buuummm.»

Categorías: Literatura
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1 Comentario

  1. Dario Ruiz

    Awesome..!

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