”Por eso, como dije el año pasado en Naciones Unidas: “Un niño, un maestro, una pluma y un libro, pueden cambiar el mundo” (…)
«Este premio no es sólo para mí. Es para esos niños olvidados que quieren educación. Es para esos niños asustados que quieren paz. Es para esos niños sin voz que quieren cambio. (…)
Estoy aquí para defender sus derechos, para hacer oír su voz… no es tiempo de compadecerlos. Es tiempo de actuar para que esta sea la última vez que veamos a un niño privado de educación». (…)
Del discurso de Malala Yousafzai en la recepción del Premio Nobel de la Paz, 2014.
Unos meses atrás junto con el advenimiento del gobierno del talibán en Afganistán, advertimos del peligro que corrían las niñas y las mujeres de ese país de que regresaran las restricciones a su libertad y se las volviera a sojuzgar como en el pasado. Por esa razón, y para hacer visible esta situación de fragilidad extrema, publicamos durante un mes cuatro entregas en las que una artista visual presentaba una obra de arte original referida al tema junto a un vídeo con un poema recitado de una poeta afgana con el título: «No las abandonemos».
El tiempo pasó y la realidad nos fue corriendo el foco de atención hacia otros conflictos. Hasta que hace unos días nos encontramos con esta triste noticia que confirma nuestros peores temores: el cierre de las escuelas secundarias para las mujeres afganas. Es por eso que hoy le damos voz a la activista por los derechos de las niñas Freshta Karim, en representación de todas ellas, a través de la carta que publicó The Economist el 23 de marzo de 2022, acerca de la problemática de la mujer afgana en el actual contexto.
Freshta Karim escribe debido a la invitación recibida de Malala Yousafzai (Nobel de la Paz, 2014).
Cómo cambiar la vida de las mujeres afganas.
Este es el primer «Día Internacional de la Mujer» en años en el que no estaré en casa en Afganistán. Escribo desde la Biblioteca de Bodleian en la Universidad de Oxford. Estoy aquí no por una beca, sino como una alumna exiliada, exhausta por el conflicto y la violencia buscando paz. Este lugar me recuerda la cadena de bibliotecas móviles llamadas “Charmaghz” que fundé en Kabul. “Charmaghz” significa nuez en Farsi; representa el cerebro y la importancia de promover el pensamiento crítico. Los niños visitan nuestra biblioteca felices, ansiosos de bucear en nuevas historias e imaginar un mundo más allá de la guerra. No existe un sólo día en que no tema por su futuro.
En Afganistán el 97% de la población está en riesgo de caer bajo la línea de la pobreza de acuerdo al Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas. Nuestras instituciones y sistemas – desde Educación, Salud hasta la Banca- están a punto de colapsar, después de 20 años de progreso. Aún hay una prohibición «de hecho” en las niñas de escuelas secundarias, se han suspendido los derechos de las mujeres para trabajar en oficinas públicas como “sirvientas civiles» o en la política. El mundo puso atención en la victoria de los talibanes. Pero existe una mínima discusión sobre lo que pasó después. Necesitamos estabilidad política, recuperación económica y respeto por los derechos humanos.
Las mujeres afganas están tomando decisiones valientes todos los días. Están liderando un movimiento no violento y en las protestas gritan “Educación, trabajo y libertad”. Algunas han sido detenidas, otras están desaparecidas. Mientras las protestas continúan, otras mujeres jóvenes están compartiendo sus historias anónimamente en “outlets de noticias” y “online”, al igual como lo hizo años atrás Malala Yousafzai.
Darse cuenta de que el derecho a la educación para todas las niñas es vital para el futuro de Afganistán. Sin esto el país se sumergirá profundamente en la pobreza y en un ciclo de nunca acabar de guerra y opresión. Si queremos un mejor futuro, debemos abocarnos a la educación de las niñas y al derecho de la mujer a trabajar. Borrarlas (prohibirlas) no es sólo una violación de sus derechos islámicos y humanos, también tiene inmensos costos de desarrollo económico. Afganistán es uno de los países más pobres del mundo. Si esperamos prosperar necesitamos educar a las mujeres para poder contribuir en ese sentido. Para garantizar estos derechos y asegurar que se mantengan en el largo plazo, es necesario conseguir la paz y una mejor representación y estabilidad política. Si queremos asegurar la estabilidad para Afganistán, son críticas cuatro acciones.
Primera: los Talibanes deben cumplir sus promesas. El 17 de agosto de 2021, el grupo anunció un compromiso relacionado con el derecho de la mujer a trabajar, estudiar y participar como miembros activos de la sociedad. Deberían honrar esto reabriendo las escuelas secundarias incondicionalmente para las niñas, como lo han prometido a tiempo para comenzar el nuevo año escolar en Marzo de 2021. Si las escuelas se reabrieran, la comunidad internacional debería asegurar que la educación se financie adecuadamente. De acuerdo al Transitional Engagement Framework for Afghanistan de las Naciones Unidas, se necesita un estimado de US$ 900m para prevenir el colapso de la educación afgana. Este marco de referencia destaca herramientas críticas que incluyen educación basada en la comunidad, becas para los profesores y transferencias en efectivo. El sistema de educación de Afganistán ha dependido de la ayuda por tanto tiempo que no se puede esperar que se mantenga por sí mismo durante la magnitud de esta crisis. Vale la pena la inversión en ella. En los últimos veinte años, la ayuda ha soportado el aumento de “ten-fold” en los enrolamientos en las escuelas y contribuido a doblar el ratio literario entre el 2011 y el 2018. También facilitó el enrolamiento y entrenamiento de ochenta mil nuevas profesoras.
Segunda: la economía afgana necesita asistencia inmediata. Los afganos no quieren vivir de la ayuda para siempre. Los activos del país que se mantienen en bancos extranjeros deberían ser descongelados y buscar las formas de devolverlos al pueblo afgano, apoyando la economía y el banco central. El 11 de febrero, el presidente Biden anunció una orden ejecutiva de facilitar acceso a US$3,5 bn en los fondos afganos para ayuda humanitaria, pero el fondo faltante de US$ 7bn podría ser asignado a las familias víctimas del 9/11 que tienen pendientes revisiones judiciales. Pero las reservas pertenecen al pueblo afgano, no a los talibanes ni a los países extranjeros donde son resguardadas. El International Crisis Group, la entidad global para prevenir conflictos, ha identificado una serie de medidas para facilitar la salida de la crisis de liquidez de Afganistán manteniendo las reservas lejos de las manos de los talibanes. Esto incluye: liberar y monitorear pequeños fondos a tecnócratas independientes en el banco central, facilitar las acciones en dólares y fortalecer la moneda afgana, e intercambios de moneda manejados por una entidad internacional como el Banco Mundial de las Naciones Unidas. Descongelar y redireccionar los activos para sostener la economía y el sustento de los afganos no sólo es el movimiento correcto sino también es lo justo.
Tercera: las Naciones Unidas necesitan crear un espacio para el diálogo entre los talibanes y otros actores políticos. La actual estructura es altamente centralizada. Esto favorece a los talibanes, quienes representan a una estrecha sección de un sólo grupo étnico. Esto no deja espacio para las restantes comunidades étnicas, las mujeres y otros partidos políticos para hablar o influir en la política del país a través de medios no violentos. Para resolver esto, Afganistán debe tener una estructura política y administrativa descentralizada. Una parte de los Talibanes reconocen que escuchar otras voces tiene algunas ventajas para ellos: los ayudaría a ganar legitimidad nacional y reconocimiento internacional y pavimentar el camino a liberar las sanciones internacionales. Las Naciones Unidas podrían entonces usar su influencia financiera y moral para facilitar el diálogo. Como finalista del premio “European Parliament’s Sakharov Prize for Freedom of Thought”, me reuní con jóvenes activistas mujeres urgiéndolas a no reconocer a los talibanes. Pero esto no significa que no nos podamos comprometer con ellos a promover los derechos humanos y a perseguir la paz. Todos los interesados dentro y fuera de Afganistán deberían comprometerse en el diálogo y en las vías no violentas para terminar con el conflicto.
Cuarta: Los líderes globales deberían apoyar el proceso de transición de justicia para manejar las atrocidades del pasado. Desde el año 2001 casi 150 mil afganos han sido asesinados, incluyendo muchos civiles. Se han perdido muchas vidas de afganos en las dos décadas previas, durante la ocupación soviética, la guerra civil y el primer gobierno Talibán. Sin justicia, el pueblo afgano continuará sufriendo por la cultura de la impunidad. Los afganos ven la justicia como un prerrequisito para construir una sociedad más estable y pacífica. Los mecanismos para lograrlo constituyen pasos cruciales para asegurar el futuro de Afganistán y para quebrar el ciclo de la violencia. Pero estos pasos aún no se han tomado y los perpetradores mantienen sus cuentas. Todas las partes deberían entonces apoyar el establecimiento de foros públicos en los cuales las voces de las víctimas puedan ser escuchadas y los sobrevivientes de la guerra recompensados a través de proyectos en los que ellos participen, como lo hemos visto en lugares como Guinea. La International Criminal Court Investigation representa un paso en la dirección correcta.
El diálogo actual en Afganistán se enfoca en proveer ayuda humanitaria inmediata y derechos básicos. Pero la comunidad internacional debe pensar en el largo plazo y resolver los problemas de justicia, estabilidad política y recuperación económica si queremos asegurar los derechos de las mujeres y las niñas. ¿Cuánta ayuda humanitaria puede entregarse si la economía del país no se recupera? ¿Cómo puede sostenerse la educación de las niñas si las escuelas se abren sin existir un sistema político estable y un continuo conflicto internacional?
Es tiempo para que la comunidad internacional sea valiente y ayude a asegurar el futuro de Afganistán. Mantener el poder diplomático y aplicar presión, insistir en la reapertura de las escuelas, financiar la educación y sostener la recuperación de la economía de Afganistán. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de hacer la diferencia. Amplificar los llamados a los activistas afganos y ayudarnos a empujar el fin de esta crisis, exigir la paz, la educación y la equidad en los derechos de las mujeres. Es en nuestros tiempos más oscuros en los que debemos tomar las decisiones más valientes.
Freshta Karim es una activista en los derechos de los niños, consejera en la fundación de Malala y fundadora de Charmaghz,, una cadena de bibliotecas móviles para los niños en Afganistán.
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