Como en el gran film «American Beauty» («Belleza americana»,1999), dirigido por Sam Mendes, en la serie «Little Fires Everywhere» («Pequeños fuegos por todas partes», 2020) nada es lo que parece. Basada en el best seller homónimo de Celeste Ng de 2017, la historia transcurre en Shaker Heights, una tranquila y próspera zona residencial de Cleveland.
La miniserie sigue los pasos de los miembros de una «familia perfecta», los Richardson (los padres y sus cuatro hijos) que asistirán a la desintegración y al derrumbe de su idílica existencia a partir de la llegada a sus vidas de Mía Warren (Kerry Washington), una artista de color, enigmática y madre soltera, y de Pearl (Lexie Underwood), su hija adolescente.
Todo luce muy cuidadosamente ordenado y planificado en esta apacible comunidad donde las reglas son estrictas (incluído el control de la altura del césped) y nadie encarna mejor este espíritu de «corrección política» que Elena Richardson (Reese Whitherspoon), cuya vida se rige por un principio fundamental: comportarse y adecuarse siempre a las reglas y a las normativas sociales. En cambio, Mía (su antagonista ideal) trae consigo un pasado misterioso y un desprecio por lo establecido que la convierte en una amenaza a este frágil equilibrio tan trabajosamente construído.
Dentro de este planteo recurrente, cuyo desenlace se anticipa ya desde el comienzo del primer capítulo cuando vemos el fuego que se origina en una casa, el atractivo de la miniserie se centra en el enfrentamiento inevitable y en la tensión cada vez mayor que se va gestando entre la jefa de la familia Elena Richardson y Mía Warren y los valores contrapuestos que ambas representan. Esta puja dramática que crecerá con la aparición del conflicto por la tenencia de un bebé entre Bebe (una compañera de trabajo de Mía) y Linda y Mark (sus padres adoptivos y amigos de los Richardson) se traslada a la faz actoral en la que prevalece la extraordinaria actuación de Whitherspoon.
Bebe (Lu Huang), la madre biológica, debió abandonar a su pequeña hija porque no tenía recursos suficientes para poder alimentarla. Mia descubre que la hija adoptiva de Linda, Mirabelle, es la hija de su compañera de trabajo. Por lo tanto, decide ayudar a Bebe a recuperar la custodia de su hija. Esta actitud de Mia radicaliza las evidentes diferencias preexistentes y las enfrenta definitivamente.
El desarrollo argumental describe una compleja maquinaria cuyo funcionamiento le permite a la clase privilegiada ejercer su poder sobre el resto, acostumbrada a resolverlo todo con dinero e influencias. La corrupción moral disfrazada de tolerancia y modernidad. Como le anticipa Bill (Joshua Jackson), abogado de la pareja en el juicio por la tenencia a su esposa Elena, acerca del veredicto final: “la gente como Linda y Mark (blancos de clase acomodada) siempre ganan»
Otro punto fuerte de la historia explora en el peso de los secretos largamente guardados por Mía (el flashback sobre su viaje formativo a New York y su relación con su profesora de arte nos iluminan al respecto), las posibilidades expresivas del arte y de cómo el concepto de la maternidad es mucho más ambiguo de lo que la naturaleza sugiere.
La exposición de todos esos conflictos de clase, raciales y sexuales conforman una interesante reflexión sobre el estado de cosas en la sociedad estadounidense previo a la caída de las Torres Gemelas. Con más interrogantes que respuestas, «Little Fires Everywhere» es una serie sólida en su planteamiento y en su resultado final. Emocionalmente intensa, ideológicamente incisiva, discursivamente dolorosa y real, y desde luego, bastante pesimista en sus conclusiones.
Se puede ver por Amazon Prime y se trata de una única temporada con ocho capítulos de una hora de duración.
0 comentarios