La serie “El amor después del amor”, basada en el libro de memorias «Infancia y juventud», publicado el año pasado en la que figura entre los productores, reconstruye la vida del músico argentino Rodolfo «Fito» Páez. Describe minuciosamente su dolorosa infancia en la ciudad de Rosario, sus primeras experiencias musicales junto a Juan Carlos Baglieto (Joaquín Baglieto) en los años 80′ y su posicionamiento, primero como tecladista de Charly García y luego su consolidación como solista en los 90′.
Este largo recorrido se muestra combinando flashbacks de escenas de su infancia: su madre, que murió cuando él tenía ocho meses, el vínculo con su padre (Martín “Campi” Campilongo), un gran melómano que le hizo escuchar muchísima música y la vital presencia de sus abuelas encargadas de su crianza, junto con otras más actuales vinculadas a su desarrollo como virtuoso tecladista acompañando inicialmente a Juan Carlos Baglieto, líder de la nueva «trova rosarina». Más tarde junto a la banda de uno de sus principales referentes musicales: Charly García. Y, finalmente, el comienzo de su ascendente carrera solista, su debut en el mítico Luna Park hasta su consagración definitiva con la grabación del disco más vendido en la historia musical del rock argentino: «El amor después del amor» (1992) y la presentación en el estadio de Vélez Sarsfield el 24 y 25 de abril de 1993.
Con actuaciones desparejas y algo descuidadas, uno de los principales logros de la serie es la excelente reconstrucción de época y la presentación de los momentos musicales en donde deslumbra la voz del cantante uruguayo Agustín Britos de 33 años, responsable de regrabar las versiones originales de Fito que disfrutamos en la biopic del artista rosarino. Aparecerán, muy bien recreados, artistas y bandas claves de los 80′: Virus, Los Twist, Don Cornelio y la Zona, Andrés Calamaro, Sandra y Celeste, Alejandro Urdapilleta, Tweety González, Batato Barea y muchos otros.
La ficción compuesta de ocho capítulos transmite fielmente el clima de época en dictadura, al que le sucede el advenimiento de la democracia. El relato enfatiza la importancia de la presencia de las mujeres en su vida y ahonda en sus vínculos afectivos. Inicialmente con Fabiana Cantilo (Micaela Riera) a la que conoció como corista de Charly García, con quien compartió gran parte de su crecimiento personal, como también de su trayectoria musical y con quien transitó sueños, padecimientos y desafíos profesionales.
En 1991, tras separarse de Fabiana, Fito (Iván Hochman) comenzará una nueva relación con la actriz Cecilia Roth (Daryna Butryk) que lo ayudará a enfrentarse con sus zonas más oscuras, en el preludio de su disco consagratorio «El amor después del amor». El dolor ancestral del rosarino está representado en la ausencia de su madre Margarita, concertista de piano. A medida que su padre le permite acceder al instrumento inicialmente vedado, su «presencia» volverá como un mantra a la mente del futuro ídolo del rock.
El piano es un protagonista más en la serie y así se lo hizo saber el cantante a Hochman que lo recordó de esta manera: “Fito se comunicó conmigo para hablar sobre el piano, su vínculo con el piano es clave en su vida. Para mí fue esencial entender las escenas desde la conexión con la música, con el piano específicamente”.
Está presente en varias secuencias del relato su vínculo de amistad con Charly García (Andy Chango) y Luis Alberto Spinetta (Julián Kartún), sus enormes referentes del rock nacional. Fito grabó en dúo con Spinetta un álbum doble memorable titulado «La la la», editado en 1986, en los Estudios Ion, Buenos Aires, Argentina.
Lamentablemente las actuaciones no alcanzan a reflejar acabadamente las características de los personajes «reales», cuestión que le quita credibilidad a la trama y nos impide comprender con exactitud la densidad de ambas relaciones. Julián Kartún como Luis Alberto Spinetta (no se le parece y sólo imita bien su voz) y Andy Chango como Charly García (caricaturesco e igual a sí mismo) no alcanzan el nivel actoral que la trascendencia de sus roles les exigía.
Podemos acercarnos a la profundidad y a la dualidad del vínculo de Fito con Charly en el siguiente párrafo del libro: «No bombardeen Barrio Norte», de Martín Zariello (Vademecum, 2016).
(…) «El cruce entre Charly y Fito no cuenta con la agresividad del de Luca (Prodan) y Virus, sino que es más bien un enfrentamiento entre cómplices. Que Fito sea el continuador principal de la estética de García en el imaginario del rock argentino no significa que no hayan existido las obvias chispas entre dos generaciones de artistas. La diferencia es que mientras los demás músicos resolvieron la omnipresencia de García a través del rechazo o la indiferencia, Páez lo hizo a través de la admiración y el humor».
(…) «A través de los años Fito Páez se destacó como el músico más preocupado por mantener vivo el legado de García».
Ya en 1986, luego de haber integrado la banda de Charly García para grabar «Piano Bar» (1984), de que sacara sus discos solistas «Del ‘63» (1984) y «Giros» (1985), y de haber editado el disco doble «La la la» (1986) con Luis Alberto Spinetta, Fito sufrirá su gran golpe traumático de los años 80′.
Se trató del brutal asesinato de su abuela Delma Zulema Ramírez de Páez, de su tía abuela Josefa Páez, quienes lo habían criado, y de Fermina Godoy, la empleada. Fito estaba de gira en Río de Janeiro y pudo aliviar su calvario tomando whisky mezclado con Lexotanil y rompiendo los muebles de la habitación del hotel en el que se hospedaba. La serie contará la gran catarsis que vivirá Fito para atravesar ese duelo, a la par de sus excesos, evasiones e inseguridades. Este desgraciado hecho dio origen a su cuarto álbum: «Ciudad de pobres corazones» (1987), editado el 15 de junio de dicho año. El autor del álbum dijo sobre el mismo: «(Es) Tal vez el disco que nunca quise escribir».
Por último, otro párrafo del libro «No bombardeen Barrio Norte», nos ilustra acerca de un curioso episodio presente en la serie:
«Es sabido por todos que en los conciertos de «Clics Modernos» Fito, a pedido de Charly, tocaba de espaldas al público. Más allá de las explicaciones o hipótesis sobre la anécdota (celos artísticos, Fabiana Cantilo, la belleza de los cables) se trata de una escena de reminiscencias escolares que expresa claramente el vínculo maestro-alumno con el que la crítica de rock explica la continuidad de García en Fito».
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