Mucho se ha dicho en las últimas semanas sobre los humedales, “rebalsaron” los medios de comunicación y redes sociales de información (o desinformación) sobre el tema; hoy cualquier ciudadano medio sabe lo que es un carpincho, qué come y hasta cuánto pesa, pero toda esta información que anda dando vueltas, fue tirada –salvo excepciones- como una gran ensalada a la opinión pública, sin demasiado contenido serio, sin entender las causas y consecuencias del conflicto y mucho menos separando la paja del trigo para poder abordar el tema como corresponde. En esta nota, les propongo “descarpinchar” el debate, y tratar de entender por qué es importante la cuestión de los humedales.
Nuestro país es un vasto territorio cubierto de diferentes ambientes naturales o ecorregiones, 18 para ser exactos, y en muchas de ellas los humedales son protagonistas. Humedales son, por ejemplo, todos los ambientes asociados a la planicie de inundación del río Paraná y todos sus ríos y arroyos tributarios, como esos esteros y bañados donde crecieron ante los ojos de todos, pero ante la ceguera de los gobernantes, innumerables barrios cerrados plagados de impericia ambiental y mala planificación, que pusieron, por suerte, el tema en el tapete durante las últimas semanas. Pero también, son humedales las lagunas altoandinas en peligro de secarse por el cambio climático, los salares y salinas del NOA (noroeste argentino), con riesgo de desaparecer en manos de la minería del litio, las vegas y turberas patagónicas, en vías de extinción por la mala utilización del agua y la ganadería; y así podríamos seguir enumerando humedales en riesgo, y eso que no nos metemos en esta nota con bosques, montes y selvas, otros ambientes que corren con la misma suerte.
Es sabido que los ambientes naturales necesitan protección, pero también es sabido que se necesita un ordenamiento del territorio en general, que incluya a la totalidad de actores involucrados en la toma de decisiones: pobladores locales -criollos y de comunidades originarias-, organizaciones de la sociedad civil, miembros de la comunidad científica, ciudadanos de a pie, autoridades políticas y gubernamentales.
Y los ejemplos están, fue por alguna de estas iniciativas, y por la insistencia y militancia de la sociedad en general, que surgieron antecedentes auspiciosos. La ley 26.331 de presupuestos mínimos para la protección de los Bosques Nativos, que fue aprobada en el año 2007 y reglamentada en 2009, es una de ellas y trajo un manto de protección, al menos, ante el avance de los desmontes y el cambio en el uso del suelo en gran parte de nuestros sistemas boscosos. ¿Una ley perfectible? Sí, ¿con muchas cuestiones que debatir? También, pero es la ley que tenemos y fue un logro que hay que festejar. Por el contrario, el proyecto de Ley de protección de Humedales duerme el sueño de los justos desde hace algunos años. Tanto en 2013 como en 2016, el Senado de la Nación logró la media sanción de una Ley de presupuestos mínimos para la protección de los humedales. Lamentablemente, en ambas oportunidades, los proyectos perdieron estado parlamentario ya que no fueron tratados en Diputados en tiempo y forma. En noviembre de 2020, en plena pandemia del Covid-19, la mayoría de los diputados de la Comisión de Recursos Naturales y Ambiente de la Cámara aprobaron un nuevo proyecto, una especie de refrito entre una decena de propuestas de diferentes autores. Pero la iniciativa nuevamente podría correr con la misma suerte que las dos anteriores. Para lograr la anhelada sanción de esta Cámara, el resto de las comisiones deben tratarlo y aprobarlo para luego poder ser votado en el recinto y esto está lejos de resolverse en el corto plazo. Hubo avances y retrocesos, idas y vueltas y, mientras tanto, algunos de esos humedales que describimos al principio, siguieron sufriendo cambios drásticos, como los incendios intencionales desmedidos, favorecidos por dos años de sequías extremas en la zona del Delta del Paraná, canalizaciones y desvíos de cursos en los Bajos Submeridionales del norte santafecino, desecación y expulsión de comunidades originarias en los salares del Noroeste.
Los carpinchos y los barrios cerrados vinieron a despertar un debate en la opinión pública; un debate que ya no tan silenciosamente se viene dando desde hace años y, día a día, en el interior de organizaciones conservacionistas, ambientalistas, sociales y políticas; un debate que es necesario masificar y visibilizar, pero con información seria y cierta, con discursos reales, con estadísticas confiables y con compromiso. Un debate vacío, como el que se estuvo dando durante días en los medios, donde lo importante era si los carpinchos atacaban o no a las mascotas o si ese era su territorio y debían recuperarlo, evidentemente no sirve para plantar bandera.
La Ley de Humedales debe ser sancionada más allá de los carpinchos. Los humedales son indispensables para la biodiversidad y para el desarrollo de nuestras sociedades, por la gran cantidad de beneficios y «servicios ecosistémicos» que brindan. Son los encargados de regular el ciclo del agua, amortiguar el impacto de las tormentas, almacenar y purificar gran parte del agua dulce, regular inundaciones y sequías actuando como grandes esponjas naturales, acumular carbono, albergar una enorme diversidad de seres vivos -muchos de ellos amenazados de extinción o exclusivos de esos sitios- entre otras cosas. En ellos, además, se desarrollan otras actividades humanas “más amigables con el medio ambiente” como el turismo, la pesca deportiva o los deportes acuáticos. Avanzar sobre los humedales es avanzar sobre ambientes naturalmente bastante frágiles. Sus funciones ecosistémicas se ven afectadas cuando ese avance es desmedido o mal planificado. Además, son incalculables las pérdidas monetarias que se generan por estas mismas razones, ya que muchas actividades productivas se ven negativamente influidas, entrando en una especie de círculo vicioso de causas y consecuencias del deterioro ambiental.
Seamos sinceros, el futuro inmediato nos obliga a tener una relación más armoniosa con el medio ambiente. Se nos reclama una coexistencia con todas las formas de vida, con la naturaleza en sí, que no ponga en jaque nuestro futuro ni el de nuestro “socio natural”. Cuántas veces hemos escuchado que somos parte de la naturaleza y no un mero espectador. Entonces, debemos empezar a tomar las decisiones correctas. Tener la herramienta legal de una Ley de Protección de Humedales es imperativo. Como también lo fue la Ley de Bosques, la Ley de Glaciares, o lo serían la Ley de protección de nuestras costas marinas o nuestros pastizales, por poner algunos ejemplos más.
Vivimos una época donde los “anti” se han hecho virales. Hay los “antivacunas”, los “anti derechos” y también se han puesto de moda los “anti Ley de Humedales”. El principal argumento que esgrimen es que, si esa ley se llegara a sancionar, entonces ya ninguna actividad productiva se podría realizar en esos ambientes. Ellos mismos saben que no es así y para muestra basta un botón. Desde que se sancionó la Ley de Bosques, miles de hectáreas han sido desmontadas y modificadas para emprendimientos agropecuarios, autorizados o no, dentro de zonas prohibidas o de zonas aptas según la ley, ante la vista de todos, incluidos los funcionarios, o cuando nadie los veía. Pero el objetivo, obviamente, no es que la ley no sirva y lo ilegal siga funcionando como antes, el objetivo es que esa ley frene los desmanes en materia de modificación del ambiente y garantice el uso sostenible de los recursos.
Por supuesto que habrá sectores, regiones y humedales que deberán ser conservados a rajatabla, literalmente “preservados”, usando la palabra correcta. Esos humedales que deberán ser preservados, lo serán por su singularidad ecológica, por su superficie escasa, por albergar especies muy amenazadas o por cumplir un rol insustituible en la región. Pero también, habrá humedales que puedan ser restaurados o “rehabilitados”, habrá humedales que podrán ser transformados sin afectar su normal funcionamiento, habrá humedales que podrán convivir con actividades productivas sostenibles, con diferentes niveles de intensidad y desarrollo. El lema no es “conservemos o produzcamos”, esa es una trampa en la que nos quieren hacer caer los “anti debate”, los que anteponen el desarrollo económico por sobre el social y el ambiental. El desarrollo debe ser planificado, consensuado y pensado con criterios ambientales, y para eso las leyes como las que se impulsan son herramientas fundamentales.
Mientras sigamos mirando estos temas de costado y dándole la espalda al río, a los humedales, a los bosques, a los pastizales, seguirán apareciendo estos conflictos que poco sirven para lograr ese equilibrio tan necesario. Los «carpinchos de Nordelta» -que tuvieron la suerte o la pericia de poder acostumbrarse a vivir en ambientes antropizados- serán el “chivo expiatorio” hoy y mañana. Pongamos las barbas en remojo y finalmente sentémonos a discutir y debatir seriamente cómo ordenar el territorio, cómo optimizar la producción sin avanzar sobre los ambientes naturales de manera descontrolada y cómo gestionar los recursos para que puedan mantenerse a perpetuidad. Mientras tanto, sigamos «descarpinchando» el debate.
Mariano Barros
Licenciado en Ciencias Biológicas, egresado de la Universidad de Buenos Aires.
Investigador y técnico de campo de la Fundación Biodiversidad desde el año 2006, donde desarrolla actividades en diferentes proyectos de usos sostenible de flora y fauna, gestión de áreas protegidas y educación ambiental.
Miembro del Grupo de Especialistas en Boas y Pitones de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), habiendo sido autor y coautor de diversos artículos científicos en la temática de la herpetología y el uso y manejo de fauna.
Guía y educador ambiental durante más de 15 años en el ex Zoológico de Bs. As. y actual Ecoparque porteño.
Divulgador de las ciencias naturales en el ámbito no formal, habiendo dictado cursos y participado en congresos y diferentes proyectos de divulgación.
Gracias por tan buena explicación!! Hay que hacer Docencia sobre éstos temas de Conservación del Medio Ambiente!! Concientizar a las Personas, a los Niños y Jóvenes en las Escuelas y en las Universidades!! Para que sea una materia más a incorporar en los planes de estudio, así como se aprende Matemáticas, debería sumarse ésta cuestión de Sentido Común Ambientalista!! Que se haga «normal» el sentir que debemos cuidar los Ecosistemas, así como resulta lógico y normal cuidar nuestros Hogares. Éste mundo es nuestro único Hogar y el de las demás Especies que viven en Él…
Hola buen día, mucha Gente sigue haciéndole daño a Nuestra Madre Tierra, se que por intermedio de la Música podemos ayudar a tomar conciencia, que Dios y Los Ángeles Desde El Cielo los cuiden, te abrazo con mi alma https://youtu.be/1rbNFLlXTv8
Los ciudadanos comunes que queremos y hacemos el esfuerzo de conservar estos humedales, como expresaras en la nota hay muchos pequeños lugares que se ven amenazados por el desinterés de algunos, lamentablemente los que debieran alzar la voz siguen indiferentes a esta problemática.-
Gracias por este informe que ya lo compartiremos.
La Reserva Laguna Brava de Corrientes, fue diezmada por el avance de grandes emprendimientos inmobiliarios, con la construcción de númerosos canales de grandes dimensiones, unos de los cuales se comunicó con la Laguna, el resto de los canales se trasbaso agua de la Laguna a los canales interiores del barrios Privados, poniendo en grave riesgo a toda la Reserva, además se realizó un desmonté brutal, arrasando todo el bosque nativo. Por lo que se puede apreciar la idea es reducir al mínimo el humedal, para ello además de los canales se están construyendo terraplenes, van ganando terreno destruyendo todo a su pasó. Honestamente nos hemos quedado muy impactados por el grave daño Ecológico y Ambiental, que terminara inexorablemente con la Destrucción de la Reserva Laguna Brava comunicante atraves de las napas, también se está produciendo un desmonté brutal, arrasando todo el bosque nativo. Por lo que se puede apreciar la idea es reducir al mínimo el humedal, para ello además de los canales se están construyendo terraplenes, van ganando terreno destruyendo todo a su pasó. Honestamente nos hemos quedado muy impactados por el grave daño Ecológico y Ambiental, que terminara inexorablemente con la Destrucción de la Reserva Laguna Brava