Krzysztof Kieslowski, entre la estética y la ética

De Alter Pablo Rozental

29 de Jun de 2021

Krzysztof Kieslowski nació el 27 de junio de 1941 en Varsovia, Polonia donde creció en el seno de una familia de clase media. Ingresó en la Escuela de bomberos, pero pocos meses más tarde abandonó con la intención de retomar sus estudios. En el año 1957 se inscribió en la Escuela Superior de Técnicas Teatrales de Varsovia, donde se diplomó en pintura escenográfica.

Más tarde, se graduó como director en la Escuela de Cine y Televisión de Lodz en el año 1969, donde estudiaron y enseñaron grandes maestros, empezando por Andrej Wajda, el director polaco que más repercusión ha tenido en el mundo.

«Wajda no estaba en la época que yo pasé por Lodz, pero por supuesto que lo conozco muy bien y lo admiro. Yo pasé por esa escuela entre los años 1964 y 1966. Tuve otros maestros que son realizadores reconocidos en Polonia, pero que quizás no alcanzaron tanta trascendencia internacional, como otros clásicos como Alexander Ford, Jerzy Kawalerowicz o el mismo Wajda. Pero todos ellos son anteriores a mi época allí».

En el transcurso de sus estudios realizó quince cortometrajes para televisión. Después se volcó al documental y varios de sus trabajos fueron premiados.

«Me siento cercano a situaciones que tienen que ver con el realismo, el neorrealismo italiano, el realismo social británico, la escuela checa de los años sesenta y el cine norteamericano de la segunda mitad de los años treinta», decía por entonces.

Años más tarde, a partir de 1973, realizó mediometrajes de ficción para la televisión como “Paso subterráneo” (1973) o “El primer amor” (1973). Kieslowski se inició en el largometraje de ficción con títulos como “El personal” (1975), “La tranquilidad” (1976) y “La cicatriz” (1976).

En los años siguientes rodó una larga lista de filmes entre los que destacan “Sin final” (1985), pero con “El Aficionado” (1979) obtuvo el Gran Premio del Festival de Moscú y el premio de Oro en el Festival de Chicago, entre otros. Se trataba de la única de sus películas que, por entonces, había tenido difusión fuera de su país.

«El aficionado» (1979)

En el año 1988, convertido en unos de los directores más renombrados de la vanguardia europea, rodaría “No amarás” y “No matarás”, luego la serie televisiva “Decálogo” (1989-1990), inspirada en los Diez Mandamientos: una declaración de principios para el propio autor con la que obtuvo sus logros más importantes.

A principios de los años noventa comenzó a trabajar en Francia, donde realizó sus obras más resonantes. La primera fue una coproducción polaco- francesa llamada “La doble vida de Verónica” y después la galardonada trilogía “Trois Couleurs” (1993-1994), inspirada en los tres colores de la bandera francesa que simbolizan los valores de la libertad, igualdad y fraternidad. «Mi intención al concebir estas historias fue hablar de la libertad, la igualdad y la fraternidad. No fue fácil plasmar estos elementos en la pantalla, ya que son valores bastante abstractos».

Con la filmación de “Rouge” (1994), último film de la trilogía, Kieslowski decidió retirarse de la dirección. Su anuncio fue recibido con sorpresa y decepción en el ambiente cinematográfico. Era difícil imaginar la razón que lo llevaba a tomar semejante decisión. Con respecto a este tema el director polaco aseveró que «nunca se debería decir nunca, pero no tengo más planes cinematográficos. Ya hice demasiado por el séptimo arte, algo cambió en la situación del cine actual y quiero salir de él en un buen momento personal».

El escritor Juan Gelman escribió lo siguiente en una nota titulada: «Sobre Kieslowski», en la contratapa del diario «Página 12», del día 15 de diciembre de 1995: «Es posible que la decisión de Kieslowski de abandonar el cine pueda rastrearse en la primera película que hizo en colaboración con su tocayo Piesiewicz (guionista): «Sin final». El protagonista es un abogado muy idealista que está muerto cuando el film comienza y que sólo como fantasma -como vacío- tiene presencia».

«Gente como esa -dice Kieslowski- gente con conciencias tan claras y manos tan limpias, no tienen posibilidad alguna en este mundo. Y, ¿cómo se puede mostrar que no la tienen? Pues mostrando que ya no están aquí. No son para estos tiempos». «El cese de la obra de Kieslowski sería otra forma de mostrar lo que «ya no está aquí», es decir, una actitud profundamente ética», concluye Gelman.

Como cumpliendo con una premonición, el día 13 de marzo de 1996, Kieslowski murió de un ataque cardíaco, dejando un enorme espacio vacío en el cine europeo contemporáneo.

En el mes de diciembre del año anterior había estado en Buenos Aires, Argentina, invitado a dar un pequeño seminario sobre su trilogía y para presentar el estreno del film Rouge (el único que no se había visto en el país).

«Va a ser un encuentro con estudiantes avanzados y con directores jóvenes. Vamos a revisar mis films de la trilogía, tratando de desarmarlos para ver su problemática desde distintas perspectivas. Por la mañana proyectaremos cada film para verlo juntos y luego, por la tarde lo analizaremos: aspectos de su dramaturgia, de su estructura, sus personajes, y también lo técnico, privilegiando lo fotográfico y la banda sonora. Creo que es una buena oportunidad para preguntarse cosas acerca de la construcción del film en general, incluso para mí, para replantearme esas cuestiones desde una perspectiva de estudio».

Las exposiciones estaban programadas en la sala Pablo Picasso del complejo La Plaza, en la ciudad de Buenos Aires, propiedad de uno de los tres productores del evento, el otro era un conocido productor cinematográfico local y el tercero era yo. Kieslowski llegó unos días previos a ese fin de semana y su primera aparición oficial fue una conferencia de prensa en la «Casa de Polonia», donde brindó detalles de su futura actividad en la Argentina y en la que confirmó su alejamiento definitivo del cine.

Personalmente, el director parecía agobiado, frío y distante, introspectivo y poco comunicativo como desmintiendo la información que transmitían sus films. Hablaba en un inglés básico y en la intimidad parecía estar cumpliendo con una tarea que no le agradaba, salvo en los momentos en los que departió sobre la realización de sus films (en especial «Blanc») con el público, en su mayoría estudiantes de cine o profesionales de la industria. Allí, sacaba a relucir su pasión por su oficio y su capacidad didáctica.

Después del primer encuentro se vivió un momento de mucha tensión cuando, luego de la exhibición privada del film «Rouge» en la sala de un conocido laboratorio cinematográfico, el director desaprobó la calidad de la copia y se negó a su difusión al día siguiente. Alegaba que la misma no respetaba la calidad técnica de su realización y que descuidaba principalmente el tratamiento que el fotógrafo (Marin Karmitz) le había dado al color en el film.

El estreno estaba previsto en una sala de la calle Lavalle (estaban vendidas todas las localidades en el marco del seminario) y, a esa altura del día viernes, era imposible que el laboratorio pudiera mejorar la copia o realizar una nueva. Luego de varias horas de tensión y viendo que no había ninguna alternativa, el director aceptó a regañadientes que el film se exhibiera.

La película se mostró al día siguiente y a nadie pareció importarle ni la calidad de la copia, ni tampoco la de la proyección (bastante pobre) de la misma (recordemos que era en 35mm). Salvo, claro está, a su director el inolvidable Krzysztof Kieslowski.

Categorías: Cine y Series
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