“Bobe Ides»

De Alter Pablo Rozental

18 de Jun de 2021

«Intuyo que la nostalgia nos asedia. Llegará un punto de saturación del encierro, anhelaremos el mundo anterior a la peste. Ese deseo aún no es explícito. Veo que cada uno intenta sobrevivir sin extrañar el pasado. Hasta ahora no escucho que se comente qué fue lo último que se hizo previo al uso de las mascarillas. Oigo escasas demandas del tiempo en que uno podía caminar por las calles improvisando el destino. Quizá la necesidad y la premura son tan fuertes que no hay espacio para los recuerdos. O el cansancio ha licuado la imaginación».
(Fragmento de la columna de Matías Rivas, publicada en «La Tercera»: “Nostalgia”.

Gracias a esta columna de Matías Rivas, publicada en “La Tercera» (16.01.21), bajo el título: “Nostalgia», rescato un recuerdo de mi infancia.

No puedo nombrar a mi abuela paterna sin empezar por el principio, al menos, por el que yo recuerdo. Mis abuelos polacos se embarcaron, como tantos otros compatriotas, empujados a estas tierras por el hambre y la miseria. Cargaron con tres hijos varones y un sinfín de padecimientos y postergaciones. Llegaron a la Argentina en el vapor Formosa, en tercera clase, después de muchísimos días, de interminables horas, el día 1 de mayo de 1933.
Muchas de esas familias eran originarias de ciudades polacas como Bialystok, Lodz o Belchatow, como mis abuelos, la gran mayoría obreros-tejedores de la industria textil.

En poco tiempo, y ya instalados en Villa Lynch, en la provincia de Buenos Aires, mis abuelos y muchos de sus pares, se convirtieron en prósperos industriales beneficiados por la veloz movilidad socio-económica de la Argentina de esos tiempos. Sin embargo, la adaptación a su nueva patria no les resultó sencilla. Era difícil conciliar la idea de que estos nuevos capitalistas con ideas de izquierda se insertaran en una realidad política interna y mundial revulsiva y cambiante, sin que asomaran las contradicciones y los conflictos personales.

Vapor Formosa

La «Bobe», mientras tanto, permaneció aferrada a sus viejas y nunca olvidadas tradiciones culinarias, a reparo de las penurias y las zozobras de antaño. Aquello que le había sido escamoteado, escondido, negado, nos lo regalaba generosamente, liberada de enconos y resentimientos. Su consuelo se convirtió en nuestra dicha…

Recuerdo a mi “Bobe Ides», siempre fiel a sí misma, de baja estatura, contundente como una roca. Invariablemente vestida de negro con sus gruesos anteojos oscuros para corregir su evidente miopía. Su lengua original era el yiddish, idioma al que nunca traicionó. A pesar de haber pasado más de la mitad de su vida en el país, jamás pronunció una sola palabra en español. En cada festividad o acontecimiento familiar, la «Bobe» abría su casa y su corazón y nos agasajaba con su inolvidable comida.

Excelente anfitriona, de gestos módicos, todo en ella era simple, genuino. Como su delicioso caldo de pollo con Kneidalaj o Matzjot Balls. Imagino, tantos años después, con cuánta paciencia, dedicación y desvelo preparaba esta sopa abrasadora y maternal. Sus escasos ingredientes alcanzaban para saborearla con absoluta devoción.

Sin ser una consumada cocinera parecía consagrada a honrar, en esas circunstancias de encuentro y celebración, lo más sagrado que tenía para entregarnos: su hospitalidad y su amorosa artesanía. Su singularidad, esa vitalidad magnífica que tuvo en ella todo lo judío, se tradujo en tradición aglutinante. Su intangible omnipresencia impregnaba el ambiente de fragancias únicas y milenarias.

Tal su Gefilte Fish hervido con Hrein (rábano picante) tibio, ligeramente esponjoso, producto de combinar diferentes pescados (boga, trucha y dorado) con cebolla picada, trozos de zanahoria y harina de Matza. En proporciones que sólo ella conocía y que nunca confesaba, como si se tratara de un secreto personal intransferible.

A veces, lamento no conservar algunas recetas de cocina de alguno de estos platos entrañables e inolvidables de mi infancia. Otras veces, agradezco que así sea. De esta manera, puedo evocar y rescatar del fondo de mí memoria gustos, aromas, sabores, todos ellos entrelazados inevitablemente a tantos momentos hondos y significativos de mí vida.

Pollo al horno con Farfalaj. Su perseverancia jugaba aquí, como en la escritura, un papel insoslayable. Este plato siempre inconcluso se iba horneando, abstraído, en el devenir de los tiempos. Cocinar la escribe, la nombra, le concede un lugar en el mundo.
Algo misterioso nos congregaba en aquel pequeño departamento de la calle Sarmiento al que acudíamos con regularidad litúrgica.

Recuerdo un enorme aparador del que salían vasos, copas, platos, tazas, potes, soperas, cubiertos. Como un ejército invasor, ocupaban la mesa ovalada de cedro lustrado, alrededor de la cual coincidíamos hijos, nietos, nueras y tantos otros que no alcanzo a rememorar.

Nos repetía un par de palabras en yiddish “Sheine Ingale» a mí y “Sheine Meidale» a mí hermana Alicia. Su amorosidad intrínseca traducía esos sonidos pronunciados en esa lengua inaccesible y vedada a los menores.
Strudel de membrillo y nueces en las largas sobremesas con café o té.
No recuerdo nuestros juegos infantiles dentro de ese ambiente. Sólo el rito de partir las nueces con un cascanueces metálico, que iba de mano en mano, al final de cada cena.

Infinitamente renovado, inagotable, este espacio continúa abierto para siempre en mí memoria.

 

Categorías: Crónicas
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14 Comentarios

  1. Marta Pozzi

    Hermoso relato de tu infancia ,especialmente el recuerdo de la abuela ,tan bien logrado que puedo hasta imaginarla,y esta maldita pandemia que te llevo a escribir estas líneas Que será de nosotros cuando todo esto termine ,nos acordaremos de nuestro pasado ,mucho tiempo pasará quizás!!!

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    • unaisladeideas

      Muchas gracias por tus palabras y por seguir siendo una fiel seguidora de nuestro blog.

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    • Maria

      Esta pandemia, vino quizás para valorizar los tiempos en familia, honrar a los mayores y unirnos.

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      • unaisladeideas

        La pandemia nos permite espacios de reflexión que antes no teníamos y nuestro blog es el resultado de nuestra necesidad de expresarnos. Muchas gracias por comentar!

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  2. Susan

    Gracias por la generosidad al compartir los recuerdos de la infancia con tanto amor. Puedo ver cada escena de tu relato como si fuese una película. A través de él, recuerdo también mi propia infancia. Emociona profundamente, las memorias llegan y se instalan de nuevo conmigo.
    Este maravilloso blog, guardará también los recuerdos, así como en un frasco de vidrio, y podremos volver a revivirlos cuando nuestra alma lo pida.

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    • Susana

      Hermoso relato y veraz testimonio de una época que se extraña…

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      • unaisladeideas

        Muchas gracias por tu comentario! Nosotros también extrañamos esa época.

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    • Alter Pablo Rozental

      Susan, gracias a vos por tu presencia y por habernos procurado un espacio de expresión y de crecimiento. Espero que sigamos por mucho tiempo en este hermoso emprendimiento y que nos siga haciendo felices renovar este encuentro.

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  3. Viviana Allende

    La hermosa narración sobre Bobe Ides, que apela a todos nuestros sentidos: olores y sabores de comidas, sonidos de palabras siempre en yiddish, el tacto de sus «gestos módicos», colores de objetos traídos de tan lejos, me llevan a reflexionar y trazar una línea invisible entre ese pasado inmigratorio y el presente de nuestro país. Argentina floreció gracias al valiosísimo aporte de esos inmigrantes que los barcos acercaron a nuestras costas. Ayudaron a forjar una nación con gran capacidad de trabajo, de elevado nivel educativo y cultural y una proyección sin límites. Tristemente hoy, nuestra amada Argentina, por decisiones equivocadas, ha involucionado moral, cultural y económicamente. Quiera Dios que volvamos a mirar y a poner en acción el legado de aquellos inmigrantes.

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    • unaisladeideas

      Muchas gracias por tu comentario que compartimos. Igualmente, le agradezco a la Argentina el haber recibido a mis abuelos paternos y haberles permitido desarrollarse como seres humanos.

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  4. Lidia

    Recordar. es un volver a vivir

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    • unaisladeideas

      Muchas gracias por tu comentario con el que estamos de acuerdo!!

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  5. Lila Silva Labarca

    Imagino el viaje de los abuelos del autor con sus tres hijos, desde Polonia hasta Argentina con largos días de navegación. Intento ponerme en el lugar de ellos y comprender el desarraigo, adaptarse a una cultura diferente y entiendo todo este sacrificio. Esto lo hacen sus abuelos para encontrar mejores perspectivas de vida para su familia, tanto sociales como económicas. Imagino el trayecto con los tres hijos en el barco por tanto tiempo.

    Pablo recuerda a su abuela con mucha nostalgia y cariño. La describe con su vestimenta siempre de negro, de baja estatura, con anteojos gruesos y que jamás traicionó sus orígenes y su lengua natal el Yiddish. Esta descripción es tan genuina que me parece verla y hasta conocerla.

    Los recuerdos que el autor hace de las fiestas familiares son hermosos. La Bobe los regaloneaba con sus exquisiteces culinarias como el caldo de pollo, el pescado con cebollas, zanahorias y harina de matza, pollo al horno con Farfalaj. Todo servido con una vajilla y cubiertos seguramente traídos de esos lugares tan lejanos, donde ella nació.

    Pablo se lamenta por no haber conservado las recetas de su Bobe, pero a la vez tiene la conformidad de evocar en su memoria, las visiones aromáticas, gustativas y de sabores únicos e inconfundibles. Como postre el strudel con dulce de membrillo y nueces, recuerda perfectamente el sonido que producía el cascanueces al partirlas, toda la familia participaba de esta tarea.

    Este recuerdo que hace Pablo de su infancia me hace mucho sentido, lo que recordamos con nostalgia y a la vez con alegría tiene que ver con las emociones que nos producen éstos recuerdos.

    Hoy en día la educación en general no ha valorado las emociones en el aprendizaje. Como profesora puedo afirmar que todavía se valora más la inteligencia vinculada a la lógica y a lo analítico y se desvaloriza la inteligencia emocional.
    En estos momentos de pandemia, donde estamos viviendo tiempos muy diferentes, veo a mis hijos y nietos frente al computador interminables horas, días y meses, entonces reflexiono. ¿Estaremos automatizados y próximos a convertirnos en robots humanoides? ¿Habrá tiempo para trasladarnos a nuestra infancia y revivir las emociones que nos cautivaron en aquellos años? Creo que es tiempo de trabajar colaborativamente y ponerse en el lugar del otro. Todos podemos en diferentes ámbitos de nuestra sociedad formar seres humanos más creativos a través de actitudes emocionales positivas.

    Cuando leí esta hermosa nota, se me ocurrió hacer un kuchen relleno con dulce de membrillo y nueces, que disfrutamos junto a mis hijos y nieto. ¡Gracias por este recuerdo!

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    • unaisladeideas

      Estos tiempos de pandemia nos brindan espacios de reflexión y nos permiten recordar momentos inolvidables de nuestra historia atesorados en nuestra memoria. Es muy importante y valioso revivir momentos felices de nuestra infancia y rescatar del olvido a nuestros seres queridos. Muchas gracias por tu comentario y me alegra que nuestra nota haya estimulado tu deseo de hornear un kuchen que habrá quedado delicioso!!

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