El amor a la intemperie

De Alter Pablo Rozental

26 de Abr de 2021

Transcurrimos un año tanåtico. Desde el inicio de la cuarentena los medios nos bombardean con el tema del Covid19, que ocupa todo el espacio informativo. Se nos informa diariamente del número de muertos e infectados. Contabilizamos fríamente la evolución de la curva y rogamos que los números den un poco de descanso a nuestra atribulada realidad.

Convivimos con la amenaza de un virus mortal. Y mientras intentamos adaptarnos a este estado anómalo la vida se nos escurre como agua entre los dedos. El ocaso del erotismo ya es un hecho. La amorosidad da paso a la abulia y al escepticismo. Sobrevivimos el día a día con la esperanza de que esta pesadilla termine. En cambio, observamos incrédulos que las vacunas no vienen y hasta dudamos de si nos previenen efectivamente. El virus muta inmutable, la contagiosidad aumenta. Y enfrentamos perplejos esta «nueva normalidad» con el barbijo puesto y manteniendo el DIASPO; Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio. ¿Acaso no deberíamos llamarlo distanciamiento vital preventivo y obligatorio?. Mientras se imponen estas medidas el contexto se vuelve más sombrío y desesperanzador. Frente a este panorama tan árido e imprevisible surgen algunas preguntas inevitables:

¿Hasta cuándo será necesario sustraernos al deseo amoroso? ¿Será posible postergarlo indefinidamente? O incluso ¿suprimirlo momentáneamente hasta que deje de ser un peligro para nuestras vidas? ¿No estaríamos pagando un precio muy alto al renunciar a nuestra pulsión más humana y entrañable?

«Estamos en un umbral que puede durar años”, sentencia el filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi con voluptuoso pesimismo. «Vacuna, medio ambiente, virtualidad, vínculos humanos hundidos en una «epidemia de soledad».

La pandemia pone de relieve todos los males de la sociedad moderna y expone crudamente los crímenes cometidos por el capitalismo en nombre del progreso y del bienestar económico. La pérdida del sentido de la vida, del cuidado del medio ambiente y, especialmente en esta coyuntura, del cuidado de la salud psíquica quedan al descubierto furiosamente a la intemperie. Así como el desamparo y la terrible realidad que sufren millones de personas en este planeta.

En el prólogo del libro: «La agonía del Eros», de Byung-Chul Han, Alain Badiou dice: «El capítulo final establece que el amor es necesario para la existencia misma del pensamiento: Es necesario haber sido un amigo, un amante, para poder pensar». Así acaba este elogio del amor común unido a una crítica radical del mundo que lo rechaza: negarse al amor destruye el pensamiento.

En ese sentido rescato de mi memoria afectiva una proclama del genial cantautor francés George Moustaki, que hoy en medio de esta encrucijada, se resignifica: «Declaro el estado de felicidad permanente» (‘Je déclare l’état de bonheur permanent’).

Categorías: Crónicas
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2 Comentarios

  1. Elena Diaz Islas

    El «uno» se expande a lo «colectivo» Los temores de él, del «uno» son temores de todos.En esta situación de soledad y aislamiento obligado no es posible el amor.,situación que hiere y revela al que escribe.No se puede impedir el impulso amoroso natural de la especie. No se puede pensar ni vivir sin amor. Es la verdad definitiva. El relator lo confirma con las sentencias de un filósofo y de un cantante. Susan y Pablo, los felicito por el blog! Un abrazo!

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    • unaisladeideas

      Muchas gracias por tus palabras!. Eres parte de unaisladeideas y tus comentarios y colaboraciones son siempre bienvenidos.

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