Nick Drake tal vez era demasiado etéreo para la música y los artistas de la década del 70’. Lo pensamos como el Van Gogh de la música, un joven retraído, rechazado durante su vida y que se convirtió en una gran influencia después de su muerte. Nos gusta imaginar su música como las pinturas de Van Gogh: suave, colorida, cálida.
En el verano de 1970, Brian Cullman, un joven músico estadounidense, fue invitado a tocar en “Les Cousins”, un legendario club de folk en el distrito Soho de Londres. Su actuación no fue nada fuera de lo común. Pero nunca olvidó que Nick Drake tocó justo después de él.
“Su timidez y torpeza eran evidentes. Alto, su ropa —chaqueta y pantalones de pana negra, camisa blanca deshilachada— colgaba como después de una noche de mal sueño. Se sentó en un taburete pequeño, encorvado sobre una diminuta guitarra Guild, comenzó a cantar y, a la mitad, se olvidó de dónde estaba y tropezó al comienzo de la canción, comenzó una canción completamente diferente que luego abandonaría a mitad de camino. Cantaba lejos del micrófono, murmuraba y susurraba, todo con una sensación de precariedad y fatalidad. Era como estar cerca de un moribundo que quiere contarte un secreto, pero que sigue cambiando de opinión en el último momento”
Nick Drake murió el 25 de noviembre de 1974, después de una sobredosis de antidepresivos en la habitación de su infancia. Tenía 26 años. Brian Cullman nos dice “Drake era un músico brillante, pero nunca tuvo suficiente confianza para captar la atención de la audiencia”.
Incluso los que mejor lo conocieron no han podido decirnos quién era realmente. Cuando Trevor Dunn, productor de Live Aid, se dispuso a escribir la biografía “Darker Than the Deepest Sea: The Search for Nick Drake” entrevistó a casi todas las personas que tenían una relación significativa con el cantante. Los amigos de la infancia de Drake lo recordaban como un niño educado de buena familia. Su asesor de Cambridge lo describió como un fracasado que fumaba demasiada hierba, y los amigos que pasaron un año viviendo con él en Francia lo consideraban «un tipo bastante común». Les gustaba escucharlo tocar la guitarra por la noche, pero nunca se les ocurrió que algún día podría ser una estrella.
Una vez que Drake comenzó a hacer álbumes, los críticos no estaban seguros de qué decir. Tenía un talento inmenso, pero sus canciones eran difíciles de precisar, demasiado jazz para ser folk y demasiado folk para ser jazz. Algunas estaban muy cargadas de trompetas y cuerdas. Otras, especialmente en su último álbum, “Pink Moon”, podrían haber sido grabadas en su habitación, con nada más que su hermosa voz, su timidez y su guitarra acústica.
Sus letras eran oscuras y portentosas a la vez, sobre perros de ojos negros (Black eyed dogs) y cosas detrás del sol (Things behind the sun). El escritor Mark Plummer en una edición de la famosa revista de música británica “Melody Maker” de mayo de 1972, escribió: “Cuanto más escuchas a Drake, más convincente se vuelve su música, pero todo el tiempo se esconde de ti… Puede ser que Nick Drake no exista en absoluto”.
Nick Drake logró la fama décadas después de su muerte. Durante los años 70’ y 80’, tuvo algunos seguidores, principalmente en Inglaterra. Se dice que la banda The Cure tomó su nombre de una frase de Nick Drake sobre «a troubled cure for a troubled mind” (una cura problemática para una mente perturbada). Luego, en 1999, la canción principal del álbum “Pink Moon” apareció en un comercial de Volkswagen Cabriolet. Fue el primer anuncio de Volkswagen que apareció en Internet (varios años antes de la existencia de YouTube), y los espectadores en línea tenían la opción de descargar la música. Por primera vez, una canción de Nick Drake llegaba al Billboard Hot 100.
Con la aparición de Napster, el primer gran servicio de distribución de archivos de música y primera red Peer to Peer, una nueva generación de fanáticos de Nick Drake comenzó a intercambiar sus canciones a gran escala: los tres álbumes oficiales y varias pistas inéditas, incluido un monólogo íntimo que grabó mientras veía salir el sol. Su timidez y una tristeza crónica dificultaron que compitiera con artistas de la década del 70’, pero eso no importó cuando sus canciones fueron sacadas una por una del “baúl de los recuerdos” y tocadas a altas horas de la noche en la intimidad de un dormitorio.
A principios de la década del 2000, las canciones de Drake comenzaron a aparecer en las bandas sonoras de algunas películas juveniles “extravagantes” como “The Royal Tenenbaums”, “Serendipity” y “Garden State”. La ganadora del Grammy, Norah Jones, hizo una versión de «Day Is Done». Island Records lanzó “Made to Love Magic”, un álbum de tomas descartadas y remixes que se vendió mucho mejor que cualquiera de los discos de Drake durante su vida.
Desde ese momento nos olvidamos que Nick Drake alguna vez había sido una persona real. No importó que no hubiese tocado en los icónicos festivales de Woodstock, ni su escasa presencia en el escenario.
Su álbum “Pink Moon” (1972) es comparable a una obra de arte. Su calidez, el sonido de las cuerdas, su voz que complementa perfectamente esas texturas. Es como un abrazo. Cuanto más lo escuchamos, más nos damos cuenta de lo increíble de estas composiciones, engañosamente simples pero complejas y llenas de matices. Esto sin mencionar las letras que son un tópico aparte. Como si nos indujera a un estado de sueño y evitara que nuestra mente racional prevalezca. Canciones profundas que nos hacen volver a escucharlas una y otra vez. Un amigo secreto para muchos de nosotros.
Al escuchar «Know» podemos imaginar que está cantando directamente desde el universo: «Know that I love you / Know I don’t care / Know that I see you / Know I’m not there». Quizás nunca estuvo realmente allí. Por eso está en todas partes.
Imaginamos a Nick Drake tocando la maravillosa canción «Place to be”, con su guitarra en los parques de Cambridge, sin que nadie lo mire siquiera, como si fuese un fantasma. Increíble.
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