En 1973 Lou Reed había grabado el disco más ambicioso y decepcionante de su carrera, la Ópera Rock: «Berlín». Un proyecto en el que había contado con una lista de músicos de lujo, como Jack Bruce, Steve Winwood, Aynsley Dunbar o los hermanos Brecker, pero también con dos guitarristas de sesión únicos: Steve Hunter y Dick Wagner. Cuando Reed quiso presentarlo en vivo lo único que tenía claro era su deseo de convertirse en un rock star y no había dos guitarristas más perfectos para ello que Hunter y Wagner.
En 1974, después del fracaso comercial del álbum, Lou Reed necesitaba un éxito y «Rock’ n’Roll Animal» fue una rara muestra de perspicacia comercial de su parte, el registro perfecto en el momento justo. Grabado «en vivo» con la nueva formación de Reed en la cima de su potencial expresivo, «Rock’n’Roll Animal» ofreció un muestreo de sus canciones más emblemáticas (la mayoría de su paso por «Velvet Underground», con arreglos que representaban su evolución sonora, melodías efectivas y letras adaptadas para ser escuchadas en un álbum con una canción tan áspera como «Heroin»).
Sigue presente la grandilocuencia del rock de principios de los 70′, pero la incorporación de los guitarristas Dick Wagner y Steve Hunter le aportan al grupo una impronta interpretativa ideal para enriquecer a estas canciones y no agobiarlas, unido a la voz apasionada pero controlada de Reed. Junto a estos fenómenos de la guitarra encontramos a Prakash John (bajo), Pentti Glan (batería) y Ray Colcord (teclados). Finalmente, «Sweet Jane», «White Light/White Heat» y «Rock’n’Roll» suenan como los éxitos de radio que siempre debieron ser. «Rock’n’Roll Animal» demostró que Lou podía complacer a una multitud cuando era imprescindible hacerlo.
El disco comienza de manera impecable con el despliegue de las guitarras de Hunter y Wagner, entrecruzándose en brillantes ráfagas y solos en la intro de la canción, hasta enganchar con el vigoroso riff de «Sweet Jane», que arranca los aplausos del público y nos indica el camino que el disco ya no abandonará hasta el final. El registro consta de sólo cinco canciones, cuatro de ellas de su etapa en la Velvet y «Lady Day», de Berlín. Todas pensadas para ser escuchadas al máximo volumen, en este disco en el que Reed le rinde un homenaje a la música que le salvó la vida: el Rock and Roll. Puede ser que las interpretaciones de «Heroin» o «White Light/White Heat» no alcancen la «suciedad» ni la anarquía de las originales, pero se trata de versiones completamente distintas, convertidas en armas para el lucimiento de estos dos eximios guitarristas que, por momentos, se convierten en los absolutos protagonistas del disco para el lucimiento del lado más salvaje de Reed. El tema «Rock’n’Roll» es el final perfecto para el disco, ya que fue a través de la versión de esta canción que hizo junto a Mitch Ryder como el cantante escuchó por primera vez al guitarrista Steve Hunter.
«Rock’n’Roll Animal» fue editado en 1974 después del concierto dado por el artista en Nueva York. En ese momento fue muy criticado porque la versión original, aparte de ser corta, tenía un setlist basado exclusivamente en las canciones de la banda original del genio de Nueva York. Sin embargo, en la reedición remixada y para deleite de sus fans, decidieron incluir dos composiciones de «Berlín». Los bonus track fueron: «How do you think It feels» y «Caroline Says».
Sin duda se trató de una decisión acertada por una sencilla razón: resultaba inexplicable que el intérprete quisiera cerrar una etapa artística tocando únicamente canciones de su primera época. Más que nada, porque el cambio de músicos y del concepto estético habían modificado su percepción, mucho más permeable a cualquier innovación artística. Y ese aspecto aparece claramente en la interpretación de cada una de las canciones: lejos de insistir con el ritmo monocorde de los tiempos en los que tocaba con Cale, Tucker, Morrison o Yale, es notable cómo la sola inclusión de Steve Hunter como guitarrista, logra que composiciones como “Heroin”, “Sweet Jane” o “Rock’ n’ Roll” resuenen mucho más frescas e incisivas respecto al sonido de los álbumes anteriores en las que habían sido incluidas.
Los primeros conciertos de la gira fueron en suelo europeo, principalmente en las Islas Británicas. La banda destilaba una intensidad única y Hunter y Wagner parecían predestinados a brillar juntos en un escenario. Por su parte, el hombre que había inventado el noise le rendía pleitesía a la épica de la «rock and roll star» y el traje le quedaba a medida, gracias a sus flamantes guitarristas. Cuando llevaron la gira a EEUU el mánager de Reed les pidió que improvisaran algo antes de que el cantante subiera al escenario para interpretar una de sus canciones más míticas de su etapa con «Velvet Underground»: «Sweet Jane». Así fue como Hunter les mostró al resto de la banda una pieza que había compuesto años atrás. En su primer intento, surgió la magia y Hunter se dio cuenta de que había encontrado la banda perfecta para tocarla. Su forma de complementarse con Wagner es increíble, con Steve tocando la melodía y Dick haciendo las armonías.
El 21 de diciembre de 1973 dieron el último concierto de la gira en Nueva York y el resultado quedó registrado para la posteridad, dando como resultado dos discos: el citado «Rock’n’Roll Animal», publicado en 1974 y «Lou Reed Live», en 1975. Cualquier instrumentista que escuche la Intro que hace Hunter para «Sweet Jane» tendrá ganas de experimentar y sacarle sonidos a su guitarra eléctrica. Aquellas legendarias notas se obtuvieron de una Les Paul TV Special a través de un amplificador HiWatt de 100 vatios.
En la década del 70′ Berlín fue para muchos músicos una especie de tour de force: una manera de buscar, quizás en el entorno de una ciudad desolada, la inspiración necesaria y un espacio de independencia creativa donde podían alejarse de todos aquellos males que las ciudades cosmopolitas les habían ofrecido a lo largo de sus trayectorias musicales. Lou Reed, en un principio, también veía a Berlín como una especie de templo sagrado en el que podía descargar toda esa rabia y frustración contenida luego de la separación de «Velvet Underground». Ni siquiera los halagos que había obtenido por su maestría como compositor y narrador en «Transformer» (1972), le habían permitido abandonar esa sempiterna mirada inexpresiva y su serio semblante de boxeador. Buscaba saldar deudas consigo mismo y con todos aquellos quienes, en su momento, lo ignoraron o no supieron valorarlo como a un genio en ciernes. A menudo se suele citar a este álbum de Lou como a una de las diez mejores grabaciones «en vivo» de todos los tiempos. Lo cierto es que, cuando lo escuchamos, somos testigos de la violencia y la actitud desafiante de una estrella que refuerzan su imagen de independencia y de prepotencia musical. En ese momento, figuraba merecidamente como la primera espada del rock mundial.
«Berlín» es el tercer álbum solista de Lou Reed después de dejar la «Velvet Underground». Vio la luz justo después de su exitoso disco «Transformer», que resultó ser un álbum de glam rock genial. Los fanáticos y los críticos esperaban que continuara con este estilo, pero en cambio, Lou compuso una «Ópera Rock» muy lúgubre. En esta instancia, Lou Reed se asoció con el productor Bob Ezrin, quien había producido numerosas óperas rock como «The Wall», de Pink Floyd y «Billion Dollar Babies», de Alice Cooper. Cuenta el biógrafo Mick Wall en «Lou Reed/The Life», que Reed comenzó a tomar consciencia de lo que quería hacer para su tercer álbum con una escucha tardía de “Mother”, de John Lennon, que lo impactó por el realismo de su letra.
Jim y Caroline, los protagonistas, son una pareja estadounidense de perdedores temibles en un Berlín infernal. Él, proxeneta y maltratador. Ella, prostituta y drogadicta. El álbum comienza con la canción principal que describe su encuentro en Berlín. «Lady Day» es la siguiente pista en la que conocemos a la sufrida protagonista de la historia. A su vez, nos ofrece un sentido y cálido tributo de Reed a la gran dama del jazz: Billie Holliday. «Men of Good Fortune» es una canción dramática en la que nos presenta a Jim, el personaje masculino. «Caroline Says parte II», uno de los mejores temas del álbum, se trata de una reelaboración de la canción de «The Velvet Underground», escrita por Lou Reed llamada «Stephanie Says», acerca de una relación con su amante. «The Bed» es una canción sobrecogedora con una guitarra acústica escalofriante junto al protagonismo de la gran voz de Lou y un coro realmente inquietante que estalla cerca del final, lo cual la vuelve perfecta. Por último, «Sad Song» es una de las canciones más agridulces del álbum.
Hasta 2006 Reed no tocó en vivo casi ninguna canción del disco. Cuando lo hizo, había transformado la dramática ópera inicial en un espectáculo que en vez de habitar el infierno celebraba la nostalgia. Fue filmada por Julian Schanabel en la película/concierto «Berlin: Live At St. Ann’s Warehouse». En general, «Berlín» no es tan bueno como «Transformer», pero demostró que Lou Reed fue capaz de escribir una historia melodramática en formato de «Ópera Rock» y transformarla en uno de los álbumes más tristes y desgarradores de la historia.
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