Milton Nascimento nació el 16 de octubre de 1942 en Río de Janeiro, pero posee raíces en el vecino estado de Minas Gerais, Brasil. Sus padres adoptivos, ambos blancos, lo llevaron de pequeño a la localidad de Tres Pontas ubicada en el sur de dicho estado. Su madre cantaba en un coro, a menudo acompañada por su hijo. El padre fue ingeniero electrónico, profesor de matemáticas y llegó a controlar una radio local. Cuando tenía diecinueve años, Milton se mudó a Belo Horizonte y comenzó a cantar en donde lo dejaran.
Elis Regina Carvalho Costa nació el 17 de marzo de 1945 en Porto Alegre. Debutó como cantante muy precozmente a los once años (tras una frustrante participación a los siete años en una radio local) en el programa «O Clube do Gurí», en la radio «Farraupilha». Tres años después fue contratada por “Radio Gaúcha», donde fue descubierta por el cazador de talentos del sello «Continental», Wilson Rodrigues Poso, quien la hizo firmar su primer contrato con ese sello discográfico, con sede en Río de Janeiro.
A los dieciseis años grabó su primer disco single «Viva a Brotolandia», convirtiéndose en una estrella adolescente. «Recuerdo que sentía mucha presión de parte de los productores, incluso, por el repertorio elegido, que me querían convencer a toda costa que me estaban haciendo un favor, y nunca les creí«, señaló la cantante en su última aparición televisiva, dos semanas antes de su muerte. En 1961 se mudó de Porto Alegre a Río de Janeiro con su padre, pero nunca se sintió cómoda allí, hasta que en 1964 se trasladó a San Pablo, donde residió hasta su muerte.
La conexión entre estos dos músicos excepcionales comienza cuando, la ya por entonces afianzada cantante, grabó una de sus canciones en el año 1966: «Cançao do Sal». Regina, además, consiguió que Milton apareciese en un popular programa de televisión y, tras actuar al año siguiente en el Festival Internacional de la Canción de Brasil, su carrera cobró vuelo propio.
La inigualable artista aprovechó su popularidad no sólo para convertirse en la cantante mejor paga del país (algunas fuentes señalan que ganaba 15.000 dólares mensuales), sino también para difundir a los jóvenes artistas del incipiente «Tropicalismo». Colaboró, tanto desde los escenarios como desde la televisión y la radio, en la promoción de los jóvenes valores que asomaban con canciones de un mayor compromiso social que las que proponía la bossa nova tradicional. Gilberto Gil, Milton Nascimento (que la consideraba su Musa), Joao Bosco, Ivan Lins y Djavan fueron algunas de las promesas que impulsó a través de la interpretación de sus temas poniendo énfasis acerca del compositor de cada canción. A finales de los sesenta, se convirtió en la voz de esos noveles compositores. Su interpretación de «Nada será como antes», de Nascimento, puso definitivamente el foco sobre estos talentosos músicos que venían empujando detrás de ella.
A su vez, en el año 1972, Milton colaboró con compositores como Marcio Borges, Fernando Brant, Ronaldo Bastos y otros amigos para grabar un disco doble: “Clube da Esquina”. El virtuoso guitarrista Pat Metheny, considera al segundo de los dos discos de «Clube da esquina» como uno de los mejores que haya escuchado en toda su vida.
Desde que Milton empezó a grabar en forma independiente en el año 1967 para el sello «Codil», ha escrito y grabado 34 discos. Durante los años 80′ y 90′ Milton comenzó a innovar en sus intereses musicales, experimentando vocal, lírica y estilísticamente. Y si la experimentación vocal fue una de las claves artísticas de Milton Nascimento a partir de los 80’, varios de sus temas más conocidos como «Coraçao de estudante”, “Bailes da vida”, “Homenaje a Lennon y McCartney”, “Cravo e canela” y, por supuesto, el clásico “María, María” se multiplicaron en nuevas grabaciones, algunas ya históricas, concretadas por intérpretes de todos los géneros alrededor del mundo.
Desde que el saxofonista Wayne Shorter lo “descubrió”, se codeó con el jazz, también con el pop internacional y el rock. Recreó y «aggiorno» a su modo los ritmos tradicionales brasileños y, por supuesto, desde su condición de hijo de la bossa nova, como tantos otros de su generación (la inolvidable generación brasileña) hizo pie en la MPB (Música Popular Brasileña). Tocó con Paul Simon y Cat Stevens, con Elis Regina y Gal Costa, con Quincy Jones y James Taylor, con Herbie Hancock y Pat Metheny, con Ron Cárter y Peter Gabriel. Entre los argentinos, cantó con Mercedes Sosa, Charly García y León Gieco.
Milton Nascimento, un músico ecléctico admirado por los grandes del jazz, ha escrito un puñado de canciones enormes. Algunas de esas maravillas del brasileño como «Ponta de areia», fascinó a Wayne Shorter en 1975; «Travesía», de la que dejó un registro la mismísima Sarah Vaughan, o «Canção do sal» que, como ya dijimos, fue la primera canción de Milton que grabó Elis Regina. Durante años, Nascimento no se cansó de decir que componía sus temas pensando en que los iba a interpretar Elis.
Con su voz de mezzosoprano y una gracia natural, con cierto dejo melancólico, Elis llegó a lo más profundo en cada interpretación. “Canto por una absoluta necesidad de afirmación; de niña me sentía una basura y el canto fue la manera de escapar de mi complejo de inferioridad”, le confesaba a la escritora Clarice Lispector, en una entrevista publicada en la Revista Manchete, en el año 1969. En 1962 fue elegida como mejor cantante de Brasil y comenzó una carrera ascendente para esta osada artista, de carácter fuerte y apodada familiarmente “Pimentinha”.
De aquel pánico escénico inicial pasó a dominar el arte de adueñarse del escenario y de la atención de la audiencia; su ductilidad para abordar diferentes estilos y un enorme carisma como intérprete, le dieron la soltura necesaria a la hora de cantar. “Frente al público sigo sintiendo una cierta inquietud; me siento segura de lo que voy a cantar, pero me inquieta su reacción”, señalaba esta artista, figura icónica de la canción brasileña comparable a Billie Holiday o Janis Joplin.
En 1965 en el Primer Festival de la Canción Popular, organizado por TV Excelsior, en San Pablo, cantó el controvertido tema «Arrastao», de Edu Lobo y Vinicius de Moraes, que estuvo a punto de ser censurado por la dictadura y que Elis interpretó de manera magistral, al punto que terminó con los ojos húmedos de emoción y Brasil se rindió a sus pies.
Sin encasillarse en un único estilo, también transitó el choro, la bossa nova, el samba, el jazz y el rock, siempre imprimiéndolos de una intensidad y un carácter inigualables. Su interpretación del legendario choro «Carinhoso» (1917), de Pixinguinha y Joao de Barro, podría suponerse que es la versión definitiva por la belleza de la cadencia y el lirismo que siempre la caracterizó.
Una carrera de veintiún años con 28 discos (inolvidable el de 1979, «Elis, essa mulher»), más 13 lanzados después de su fallecimiento, entre los que aparecen joyas como «Dois na Bossa» (1965), grabado en vivo en el teatro Paramount, de San Pablo, junto al sambista Jair Rodrigues y que fue el primer disco de artistas brasileños que vendió más de un millón de copias. A ese le siguieron otros dos discos en vivo en dúo con Rodrigues (1966 y 1967) y luego un bellísimo «Ellis & Toots» (1969) con el armoniquista belga Toots Thielemans.
Pero, sin duda, la década más importante fueron los 70’, con el extraordinario disco grabado con Tom Jobim, «Elis & Tom» (1974) con versiones deslumbrantes de «Aguas de marzo» y «Retrato en blanco y negro», entre otras, y dos excelentes trabajos con los que siguió: «Falso brilhante» (1976) y «Transversal do tempo» (1978). Una buena parte de su exitosa carrera discográfica la hizo con dúos; en efecto, al de Rodrigues y Tom Jobim habría que sumarles los célebres encuentros con Chico Buarque y Rita Lee.
Sobre su carácter, Elis le contaba a Lispector: “Soy sanguínea y ciclotímica. Tengo momentos de euforia y de depresión; emocionalmente no tengo agenda, no sé cómo me voy a sentir mañana. Me doy cuenta que reacciono por el ambiente en el que estoy, soy hipersensible”.
Elis Regina tuvo un trágico final rodeado de misterio. El 19 de enero de 1982 la encontraron muerta por una sobredosis de alcohol, cocaína y barbitúricos en su departamento en San Pablo. Había estado transitando un período de depresión que desembocó en este cóctel mortal. Tenía treinta y seis años.
«A Última Sessão de Música» («La última sesión de música»), como bautizó Milton su gira de despedida que realizará en el 2022, lleva el mismo nombre de una de las canciones del álbum «Milagre dos Peixes» (Milagro de los Pescados,1973).
El brasileño, que el año próximo cumplirá sesenta años en la música, ha recibido cinco premios Grammy, entre los cuales uno en el año 1997 fue al mejor álbum de música mundial por su disco «Nascimento», y otro en el año 2000, por el mejor álbum en la categoría disco pop contemporáneo brasileño por «Crooner».
Monstruos sagrados de la música popular brasileña..genios
Siempre me gustaron, desde que los conocí allá x los sesenta y pico hasta ahora y mientras otros gustos cambiaron, el placer de escucharlos siguió vigente. Es evidente que los llevo muy profundo y es muy lindo