Hermosa frase, es parte de la letra de la canción «Volver a los diecisiete», de Violeta Parra (1917-1967). Escuchamos sus canciones desde niños y, pausadamente, nos adentramos en su torrencial poético que ha traspasado fronteras y despliega nuestro imaginario. Violeta se relaciona con los misterios de la vida, se revela y encuentra un lenguaje personal y comunitario, que se nutre con la voz de su pueblo de manera permanente. Su voz arde en este proceso: “Se llenan mis huesos de llamas altivas”. Su palabra no tiene códigos, de una profundidad que estremece, desea comunicar y lo logra. Su legado crece día a día. En tiempos como el actual, se vuelve cada vez más necesaria, de ahí su permanencia.
Violeta grabó más de 35 discos. Escribió sus “Décimas. Autobiografía en versos chilenos” (publicación póstuma,1970), “Poésie populaire des Andes” (París, 1965) y “Cantos folklóricos chilenos” (escrito en 1959 y publicado póstumamente en 1979). Además, escribió un sinfín de poemas en los años cuarenta y numerosas cartas-poemas en los años sesenta cuando residía en Europa. Son innumerables los libros de recopilaciones, biografías y de homenaje en el mundo a su prolífica obra musical y poética. Uno de sus propósitos fue revitalizar la cultura tradicional chilena. Su compromiso era sustancial, en su canto había algo que le concierne profundamente, como mujer y como artista. Sus canciones y su poesía se vinculan con la tradición y la ruptura, con la incomodidad de la vanguardia y la irreverencia de los años sesenta. También con la antipoesía de su hermano Nicanor, pero sin perder el contacto con la cultura popular.
Violeta Parra nació en la ciudad de San Carlos, Chile, en 1917. Desde niña convivió con esa cultura popular “viva”, apegada a la tierra, religiosa y festiva. En las ciudades en las que vivió cuando pequeña existían mezclas culturales, mapuches, mestizos e inmigrantes que influyeron en su riqueza como artista. Disfrutaba con el canto poético de las “payas”, la cueca, y con las tradicionales “cantoras” y sus tonadas, heredando la libertad de la música campesina. Su padre Nicanor Parra era profesor de primaria y músico, su madre Clarisa Sandoval era costurera y “cantora”. Lo anterior, combinado con la influencia intelectual de su hermano mayor Nicanor, y con el amor por la actuación de sus hermanos Hilda y Roberto, forjaron su identidad. Ya a los 11 años, Violeta tuvo su primera actuación con sus hermanos en un pueblo cerca de la ciudad de Chillán. Retornaron a casa con un canasto repleto de comida. Su hermano Nicanor siempre la apoyó en los momentos decisivos, y es así como, instada por él, inicia la recopilación de la cultura campesina que la integra a su identidad personal y artística. Nicanor destacó la firme labor de investigación y de recopilación de Violeta, que no se detuvo nunca. Él escribe: “Has recorrido toda la comarca / desenterrando cántaros de greda / Y liberando pájaros cautivos / Entre las ramas” – Defensa de Violeta Parra.
Las recopilaciones del folklore campesino se cierran con su primer viaje a Europa, que se extendió por dos años, y que fue oscurecido por la muerte de su pequeña hija Rosita Clara. En sus décimas Violeta escribe: “ Más se deshojó la rosa / muy triste quedó la planta / así como la que canta / su pena más dolorosa”. Ya en 1957, Violeta está en un nivel de madurez, de explosión creativa y de sentido musical-poético absoluto. Estimulada por su viaje a Europa y por el contacto con la actividad cultural de la ciudad de Concepción en Chile, donde residía, inicia sus creaciones de crítica social. Sus composiciones se tornan transgresoras, de avanzada para la época y su obra se vuelve inclasificable. En paralelo desarrolla sus trabajos plásticos, sus famosas arpilleras y óleos que fueron presentados en el Museo del Louvre en Francia, que hoy se pueden ver en el Centro Cultural de La Moneda, en Santiago de Chile. Retorna a Francia en los años sesenta donde comparte su vida con el antropólogo suizo Gilbert Favre. Lo conoció en Chile, el día de su cumpleaños. Fue un amor intenso y apasionado. Violeta pinta, borda, escribe y participa de recitales. La lejanía de Chile durante estos años, la hizo tener una mirada más amplia y de largo aliento, lo que hace que sus mensajes mantengan su frescura y vigencia hasta la actualidad: “Miren como sonríen los presidentes / cuando le hacen promesas al inocente”.
La pulsión amorosa fue constante y muy importante en la vida de Violeta. Más que una simple temática, el amor marcó su obra, su vida y sus proyectos, a veces de manera positiva, otras veces orientada al dolor, pero igualmente pasionales. “Gracias a la vida”, más que una canción, es casi un ritual de gratitud por sentir al ser amado, a través de las percepciones, rescatar todo lo humano, incluyendo la gratitud por el canto mismo. En “Run Run se fue pal Norte” se refleja el dolor por su amor perdido y la desesperanza irremediable del abandono. “Volver a los 17”, puede representar un pacto de esperanza y de salvación para la humanidad. Ya no es la idea del amor absoluto de los boleros, se podría decir que es una nueva concepción del amor.
Tal vez uno de sus gestos más revolucionarios fue abandonar la función de la música, como mero accesorio artístico, para convertirla en un lugar de denuncia de injusticia social, de abuso del poder y de reivindicación. También de catarsis frente al dolor y al desamparo.
El hilo conductor de sus canciones y de su vida fue su poesía vivencial. Uno de sus méritos es haber trascendido las fronteras con su estremecedora propuesta musical y poética. Se trata de una mujer auténtica y convencida de que su música resonaría en los ecos y deseos de su pueblo. La obra de Violeta Parra es un regalo para Latinoamérica y para el mundo con algunos de los poemas más memorables de la poesía en español.
Les compartimos el vídeo del tema: «Paloma ausente» dedicado a su tercera hija. El tema es interpretado por Inti-Illimani.
«Paso lunas enteras mirando al cielo
Con un solo deseo en el pensamiento
Que no descienda herida mi palomita
La que viene fundida a los elementos
Paloma ausente, blanca paloma, rosa naciente».
Una grande, artista integral, genio de la música y de la recopilación y resignificación de las tradiciones del folclore; visionaria, valiente, intensa. Sin duda alguna, la mejor artista chilena. Amo su obra y me enorgullezco de su legado…
Que hermosas palabras!. Coincidimos totalmente. Violeta Parra es de otra estatura.