En el día de hoy se conmemora el centenario del nacimiento del gran músico y compositor argentino Astor Piazzolla. Desde siempre tuvo que luchar contra la envidia y el prejuicio de un sector rancio y anacrónico del ambiente musical argentino como era la llamada «guardia vieja» tanguera.
Su estilo provocador y abierto a las influencias de las novedades musicales contemporáneas como el jazz, de músicos como Bela Bartók e Igor Stravinski, también de Bach y sus fugas, desafiaron a ese mundo tan estreñido del tango y su conservadurismo. Fue becado para estudiar composición musical con Nadia Boulanger en París, una de las pedagogas más famosas de su tiempo. Desde que se conocieron, lo estimuló para que se concentrara en profundizar su estilo tan personal e inconfundible.
Al principio, Piazzolla estaba reticente a hablar con Boulanguer de sus composiciones «tangueras». Sin embargo, cuando le hizo escuchar «Triunfal» Boulanguer le dijo algo que lo marcaría para siempre: «Su tango es música nueva y sobre todo sincera, ese es el Piazzolla que me interesa. No lo abandone nunca».
Su originalidad e innovación en la composición y en la ejecución se transformaron en su sello personal a través de los años. Componía pensando en las características y el talento de los ejecutantes de sus distintas formaciones y seleccionaba minuciosamente a cada uno de ellos. De los más conocidos podemos nombrar a Antonio Agri en violín, el «zurdo» Roizner en batería, Horacio Malvicino en guitarra y Pablo Zigler en piano.
«Era necesario sacar al tango de esa monotonía que lo envolvía, tanto armónica como melódica, rítmica y estética», escribió Piazzolla en la contratapa de su disco “Octeto”.
Son famosas las anécdotas que lo muestran como extremadamente exigente y obsesivo a la hora de ensayar y de tocar. El resultado de ese esfuerzo era una combinación de repentismo y espontaneidad que le otorgaba frescura a la ejecución y, al mismo tiempo, permitía que aflorara cierta tensión en lo imprevisible.
Con su música, además de traspasar las fronteras, de compartir escenarios y discos con músicos consagrados del jazz como el saxofonista Gerry Mulligan o el vibrafonista Gary Burton, finalmente consiguió ser reconocido en su país y transformarse en el sonido representativo de su ciudad adoptiva: Buenos Aires.

Astor Piazzolla: «Piazzolla en suite»
Una de las principales contribuciones de Astor Piazzolla en el cine fue para la actriz francesa Jeanne Moreau en su debut como directora. El músico argentino compuso en el año 1975 una obra titulada: «Suite Lumière». La misma fue grabada en Milan, Italia, en 1976, y contenia dos Suites en cada lado del disco de vinilo: la Suite Troileana en el lado A, que le da el título al disco y la Suite Lumiere en el lado B.
El film «Lumière» es una historia de actrices que habla de la libertad de las mujeres, una reflexión con la que Moreau hizo un repaso de su vida. “Bandoneón, bandoneón, bandoneón”, le pidió ella, y él se lo ofreció con creces. «‘Soledad», «Muerte», «Lumière» y «La evasión», son los cuatro movimientos que componen esta hermosa composición, que lo es aún más acompañando a Moreau, a quien le bastan los ojos para decirlo todo en este emblemático film.
Oriundo de la ciudad de Mar del Plata, Astor era un apasionado de la pesca de tiburón en mar abierto. Esos momentos de contemplación lo ayudaban a sosegar su espíritu y lo estimulaban a componer.
En el año 1983 estrenó en el Teatro Colón su Concierto para Bandoneón y Orquesta junto a la Orquesta Filarmónica Nacional, dirigida por el maestro Pedro Ignacio Calderón. Ese gran paso significó un reconocimiento definitivo para un creador inagotable, dueño de una fuerza y una perseverancia única en su lucha contra lo establecido.
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