“El recuerdo más temprano que puedo registrar es un sentimiento. Un sentimiento de orgullo. Acabo de cumplir tres años y alguien dice que esto es muy importante, que ahora soy grande”.

Tomas Tranströmer.

“Visión de la memoria” es la autobiografía hermosamente escrita de la infancia y de la adolescencia del poeta, escritor, traductor y psicólogo Tomas Tranströmer (Suecia,1931-2015), Premio Nobel de Literatura 2011. Un libro que Tranströmer escribió a los 60 años, unos meses después de sufrir un accidente cerebro vascular (ACV) en 1990, que le privó del habla y le paralizó parte de su cuerpo cuando ya era un destacado escritor y poeta.

Hacía tiempo que no disfrutaba con la delicadeza de las palabras como en este libro donde lo evocativo y lo narrativo se mezclan para generar un resultado magnífico.Tranströmer vierte en sus escritos lo más propio de su interior después de ejercitar la reflexión con libertad. La comunión que me produjo como lectora fue inmediata y aportó las claves para iniciarme en la obra de este maestro.

Sus memorias comienzan con un rayo de luz, un cometa que se convierte en una hermosa metáfora de su vida, cuya estela son los capítulos que contienen sus primeros recuerdos. Nos cuenta del divorcio de sus padres, de la escuela primaria y su relación con los compañeros y profesores, y de su manera de enfrentarse al más fuerte y poderoso de la clase, que le ganaba siempre. También nos habla de sus miedos, sus primeras notas al piano y su visión de la guerra.

Cuando tenía nueve años (en 1940) se percata de la guerra y aunque confiesa que la política nunca le había llamado la atención, entiende que se trata de ser «pro nazi o anti nazi». Con su familia escuchan por las noches las emisiones de la radio BBC en sueco, y el niño ensimismado comprende que hay que estar con los Aliados. Encuentra un libro, “El martirio de Polonia” de Sofia Casanova y Miguel Branicki, que leyó “de un tirón” (es una de las primeras lecturas de las que habla), el libro contenía sus temores y ya no hubo dudas. “Todo estaba probado. Un día todo sería revelado, los que dudaban verían un día la verdad desnuda. Era solo cuestión de esperar. Y así sucedió”.

Resulta emocionante su intensidad, en la que nos transmite una parte de su biografía, del sentimiento que percibe por este don recibido, y escribe, consciente de los sueños angustiosos que padecía por las noches en su adolescencia: “… lo que sucedía era demasiado terrible como para mencionarlo. Yo estaba rodeado de fantasmas. Yo mismo era también un fantasma. Ese fantasma iba a la escuela cada mañana y participaba de las lecciones sin revelar su secreto. La escuela se había vuelto un espacio de libertad: allí no había la misma angustia. Era en la vida privada donde aparecía. Todo estaba patas arriba”. 

También nos cuenta cuál fue el desenlace de esta angustia adolescente: “El invierno iba a su fin y los días se volvían más largos. Entonces sucedió algo maravilloso: la oscuridad de mi propia vida también se retiró. Fue de a poco, demoró un tiempo antes de que yo fuese del todo consciente de ello. Una noche de primavera descubrí que la angustia se había vuelto marginal. Estaba con algunos camaradas filosofando (y fumando un cigarro), era hora de ir a casa a través de la luminosa noche de primavera y no sentí que fuese a encontrarme con horrores en casa”.

Su compromiso y disfrute de la vida, su mirada aguda y contemplativa, el amor por las metáforas y las imágenes se traslucen en estas páginas escritas por el autor de poemarios como “Secretos en el camino”, “Tañidos y huellas”y “Ver en la oscuridad”.

Tomas Tranströmer y Monica Bladh

En “Visión de la memoria”, Tranströmer, quien durante años trabajó en la prisión de Roxtuna, en Linköping (sur de Suecia), rehabilitando a jóvenes delincuentes, nos abre su alma y nos cuenta las bases de lo que luego sería la poesía para él. Es un canto a la voluntad propia y a la libertad; una percepción sensible de la realidad y el germen de la poesía en su sentido más sincero. Y nosotros sus lectores, no estamos ajenos a esta enseñanza. Me siento vinculada a estos sentimientos y a esta forma de entender el destino.

“Mi vida. Cuando pienso estas palabras veo frente a mí un rayo de luz. En una aproximación mayor, el rayo de luz tiene la forma de un cometa, con cabeza y cola. La extremidad más intensa, la cabeza, es la infancia y los años de crecimiento. El núcleo, su parte más densa, es la más temprana infancia en la que los rasgos más importantes de nuestras vidas se definen. Intento recordar, intento deslizarme hacía allí.»