En estos días de cuarentena, mascarillas y alcohol en gel, de reuniones virtuales interminables, en los que mi mente está un poco ingobernable salgo a pasear para “despejarme”. Al caminar, todo lo que veía era común, hasta que pasé por mi librería favorita. Una enorme foto en blanco y negro de Nicanor Parra con sus grandes ojos desafiantes parecía controlarlo todo. Nicanor, el hermano mayor de Violeta, el antipoeta irreverente y rupturista, el de los ecopoemas y grafitis, quien se apropió del lenguaje literario y lo desarmó por completo. Nació en 1914, en San Fabián de Alico, cerca de la ciudad de Chillán, en Chile. Junto a sus padres y numerosos hermanos, Violeta Parra entre ellos, constituían una familia sometida a la precariedad económica. Es considerado como uno de los poetas latinoamericanos más importantes del siglo XX y de los mejores poetas chilenos junto a Neruda, Huidobro y Mistral.
En 1932 se trasladó a Santiago donde ingresó a la Universidad de Chile para estudiar Matemáticas y Física. Más tarde continuó sus estudios de mecánica racional en Estados Unidos. En 1949, con el apoyo del Consejo Británico, estudió cosmología por dos años en Oxford, Inglaterra. Estos viajes potenciaron su labor poética al conectarse con la literatura norteamericana y europea. Al regresar a Chile, junto al poeta Enrique Lihn y a Alejandro Jodorowsky, montan “Quebrantahuesos”, una exposición de poesía mural realizada con recortes de periódicos.
En 1937 publicó su primer poemario, “Cancionero sin nombre”, influido por la obra de Federico García Lorca. En la ciudad que lo vio crecer, Chillán, fue nombrado poeta laureado en la Fiesta de la Primavera y allí se encontró por primera vez con Pablo Neruda. En un acto de homenaje a Gabriela Mistral, Nicanor le dedicó su poema inédito “Canto a la escuela”. Mistral elogió su trabajo y lo catalogó como “el futuro poeta de Chile”. En 1954 irrumpe con sus revolucionarios “Poemas y antipoemas”, en él se opone a toda la poesía tradicional imperante encabezada por Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha.
“Versos de salón” es publicado en 1962 tras “La cueca larga”, en la que el poeta cultiva el sentir popular. En “Versos de salón” abandona el territorio del folclore para parodiar las formas elevadas de la lírica, como en el poema «El pequeño burgués». El escritor argentino Ricardo Piglia dice: “Leí por primera vez a Parra en La Plata, cuando era estudiante, en 1962 o 1963. Todavía me acuerdo de la tarde en que compré “Versos de salón”, en la vieja librería Palumbo de la calle 6. Todavía veo el libro en la vidriera, la edición de Nascimiento. Me senté a leerlo en el bar Pérsico, frente al correo, y cuando me levanté era de noche y yo era otro”.
En 1969 publica “Obra gruesa”. Ese mismo año obtuvo el Premio Nacional de Literatura que lo consagró definitivamente. En 1972 Nicanor inauguró una nueva etapa artística con “Artefactos”, un libro con decenas de postales contraponiendo palabras e imágenes en las que destaca el sarcasmo y la ironía. Utiliza signos como “&”, “x” o “+” (en lugar de “y”, “por” o “más”) adelantándose a los mensajes de texto que usamos hoy en los teléfonos celulares.
Su personalidad inquisitiva y curiosa lo llevó a explorar el horizonte cultural que lo rodeaba, construyendo nuevos estilos y lenguajes. Este proceso traspasó toda su producción poética y lo llevó a definir una estética propia. Estableció la antipoesía, totalmente distinta a la producción de los escritores contemporáneos. Podría decirse que es una poesía concebida desde una mirada distinta de la tradicional, y que considera el contacto con lo popular algo precioso.
Nicanor usa un lenguaje cotidiano y directo, caracterizado por la ironía. Su inconformismo y ser consecuente con sus ideas, está presente en las temáticas que aborda: las ideologías, la política, la religión y los derechos humanos. A su manera, también el amor. El humor, la anti-solemnidad y su espíritu anárquico, representan su sello característico. Su pasión es inconfundible, duele a veces su claridad al mostrarnos las carencias de nuestra sociedad moderna.
Una etapa no tan conocida en su vida fue su adopción del movimiento ecologista a inicios de los años 80. Visionario, Parra se acercó a los movimientos ecológicos, definiendo esto con su frase: “Nicanor Parra: Ni socialista ni capitalista/Ecologista”. Participó de diversas cruzadas ambientalistas, como la defensa de los bosques nacionales definiendo su descubrimiento del método ecológico: “De lo contrario yo no tendría pitos que tocar en este país. El método ecológico es una crítica al sistema pero desde un ángulo nuevo, que no está contaminado todavía con los ideologismos. De manera que es muy posible que incluso se simpatice con este planteamiento. Y en cierto sentido eso ya ha ocurrido”.
Nicanor Parra obtuvo innumerables premios, incluido el Premio Cervantes 2011, máximo reconocimiento de la literatura hispana. Era conocida su admiración por el escritor mexicano Juan Rulfo. En parte de su discurso de Guadalajara, después de haber obtenido el Premio Juan Rulfo en 1991, Nicanor decía: «La novela no-ve-la realidad. Salvo que sea Rulfo quien la escriba”.
Muchos años atrás, compré su Antología “Poemas para combatir la calvicie” que aún conservo. Tengo recuerdos de lecturas en voz alta a mis hijos de algunos de sus “grafitis” en un café los sábados por la tarde. No podría decir quien se reía más, si ellos o yo. A veces la risa era reemplazada por reflexiones de profunda dulzura cuando les leía el poema «El hombre imaginario».
Parra falleció a los 103 años, pasó sus últimos días en su casa en la playa de Las Cruces en lo que se conoce como el «Litoral de Los Poetas». El escritor nicaragüense Sergio Ramírez lo despedía: “Nicanor y anti Nicanor. Como lo creía eterno me sorprende saber su muerte, pero eterna será su poesía”
“El que sea valiente que siga a Parra. Sólo los jóvenes son valientes, sólo los jóvenes tienen el espíritu puro entre los puros. Pero Parra no escribe una poesía juvenil. Parra no escribe sobre la pureza. Sobre el dolor y la soledad sí que escribe; sobre los desafíos inútiles y necesarios; sobre las palabras condenadas a disgregarse, así como también la tribu está condenada a disgregarse. Parra escribe como si al día siguiente fuera a ser electrocutado.”
Roberto Bolaño
EPITAFIO
«De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa,
Hijo mayor de un profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca de ídolo azteca
Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida
Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y de aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!»
Un genio como su hermana Un revolucionario de la letras…
Me faltan palabras para describir su genialidad Su autor ha dicho lo suficiente para conocerlo a fondo.
Conmovedor. Uno siempre desea que estás personas no mueran nunca. Gracias!