En el Día Internacional de la Poesía 2022 compartimos fragmentos del texto de Gabriela Mistral en el Instituto Vásquez Acevedo, Montevideo, Uruguay, 1938. Asisten a este curso también Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou.
La ocurrencia feliz de reunimos aquí a Juana, a Alfonsina y a mí es muy uruguaya, es decir, muy llena de gracia. Ya dije antes que el Espíritu Santo es la divina persona que más llueve sobre la raza uruguaya.
(…) La naturaleza, es decir Juana, no puede contar a vosotros, curiosísimos varones interrogadores, cómo ella se las arregla para soltar la luz sin darse ningún trabajo, y cómo hace para que el agua de su poesía resulte a la vez eterna y mía.
(…) Siempre que voy hacia Juana -y la visito con frecuencia fiel- yo la dejo como me la hallé, en su candor y su misterio esencial. Su misterio es el peor, es el misterio de lo luminoso y no de lo sombrío, y ese misterio lleno de claridad, burlaría al propio doctor Fausto.
Allí está, ahí, el agua cayendo llena de luz y de gozo. Beber, callar mientras se bebe y agradecer. Esa es toda la política que nos corresponde, a mujeres y a hombres, respecto del caso de Juana de América.
En cuanto a Alfonsina, que antes de sus canas y después de sus canas, no ha sido otra cosa que la jugarreta deliciosa del sueño de una noche de verano, también ella va a dar un salto sobre el plan del ministro Aedo. Ya lo dio. Ella se ha reído toda su vida y por igual, de sus amigos y enemigos. Y cuanto más, soltará una pequeña prenda de la masa de sus secretos, y esta prenda despertará en vosotros más apetito de conocer el resto. Y ella, castellanizo la palabra, se burlará sin ningún respeto de nosotros y hará muy bien, porque nació para eso.
(…) Alfonsina, hermana siamés mía por virtud de la cordillera que nos puso a querernos sin mirarnos nunca a la cara, una del este, la otra del oeste. Cada vez que yo he querido definirla, o sea confesarla, se ríe de esta Gabriela medio cabrera del valle de Elqui y medio lectora de la cartilla. Aquí está Alfonsina en recinto oficial y en medio de ceremonia pedagógica, haciendo una vez más su jugarreta.
(…) Alfonsina es una abeja inédita entre las abejas contadas por los poetas griegos. Ella es la abeja que en el vuelo se persigue a sí misma, antes de caer sobre el matorral de mirtos. La abeja que danza un baile a veces desgarrante, buscando su propia carne para sangrarla con un gesto de juego, que yo le entiendo y que suele hacerme llorar.
(…) El tema que me dieron fue esto: cómo hace usted sus versos. Y me ha hecho acordar de una preciosa parábola de Pedro Prado, el chileno.
Pedro Prado cuenta que una vez una señora entró a un jardín y le pidió una rosa al jardinero, con esa tremenda superficialidad que tenemos las mujeres, una rosa. Pero el jardinero era un varón muy profundo, era un viejo jardinero, muy vivido. Y el jardinero le contesta: Yo le doy a usted la rosa, la que quiera, siempre que la corte donde ella comienza. Entonces la señora se va derecho a cortar, allá a medio tallo, por ahí. Y le dice el jardinero: No, la rosa no comienza ahí. ¿Usted cree que la rosa va a comenzar casi en el pedúnculo? ¡Ah! Dice la señora, y entonces va con la tijera más abajo. ¡Ah, no! Le dice, es que usted se equivoca. ¿Usted cree que ahí comienza esa cosa florida que hay allá arriba? ¿Y con qué savia se alimentaría? ¡Ah! Dice la señora, y va a cortar sobre el suelo. ¡Ah no! Le dice el jardinero, ¿usted cree que es ahí precisamente donde ella comienza? ¿Y la raíz? ¡Ah! dice ella, entonces la voy a arrancar. Y le dice el jardinero. ¿Usted cree que comienza en las raíces? ¿Y de dónde vendría todo lo que tiene? La señora se queda muy perpleja y no la cortó.
El poema tampoco sabemos dónde comienza. ¿Comienza en el momento en que se hace? ¡Ah, no! ¿Comienza en el momento en que nos cae esa especie de puntada de la emoción, esa lanzada de la emoción? Porque cuando la lanzada nos trabaja, ya venía de tan tarde el hacerse la carne tierna para la lanzada.
Habría que remontar a todo lo que nos ha ido trabajando el corazón, para esa calidad de la carne que le damos a la cuchillada. Es decir, habría que comenzar en la infancia, donde todo comienza.
Pero, cuando nacemos ya traemos tanto capital viejo y deuda grande. Habría que comenzar con toda la muchedumbre de nuestros antepasados. ¡Menudo trabajo contar cómo se hacen los versos!
(…) Yo escribo sobre mis rodillas, en una tablita con que viajo siempre, y la mesa escritorio nunca me sirvió para nada ni en Chile ni en París ni en Lisboa. Escribo de mañana o de noche y la tarde no me ha dado nunca inspiración, sin que yo entienda la causa de su esterilidad o de su mala gana respecto de mí.
Creo no haber hecho jamás un verso en cuarto cerrado, ni en cuarto cuya ventana diese a un horrible muro de casa urbana. Siempre me afirmo en un pedazo de cielo, que Chile me dio azul y que Europa me da borroneado. Mejor se ponen mis humores si yo afirmo mis ojos viejos en una masa de árboles tiernos.
Mientras yo fui criatura estable en mi raza y mi país, escribí lo que veía o tenía muy inmediato. Escribí, como quien dice, sobre la carne caliente del tema.
Desde que soy criatura vagabunda, desterrada voluntaria, parece que no escriba sino en el medio de un vaho de fantasmas. Todo el mundo, el aire, el cielo y la tierra se me han vuelto pura saudade.
(…) La poesía me conforta los sentidos y eso que llaman el alma, pero la poesía ajena mucho más que la propia. Ambas me hacen correr mejor la sangre, me defienden la infantilidad del carácter, me anidan y me dan una especie de asepsia respecto del mundo.
La poesía es en mí sencillamente un rezago, un sedimento de la infancia sumergida. Aunque resulte amarga y dura, la poesía que hago me lava de los polvos del mundo y hasta de no sé qué vileza esencial, parecida a lo que llamamos el pecado original, que llevo conmigo y que llevo con aflicción.
Tal vez el pecado original no sea sino nuestra caída en la expresión racional y antirrítmica a la cual bajó el género humano castigado, y que más nos duele a las mujeres por el gozo que perdimos en la gracia de una lengua de intuición y de música que iba a ser la lengua del género humano.
Y a propósito de la infancia, pensaba qué definición sería la que yo pudiese dar de la poesía. Y pensaba en eso. Y he escrito un poema en que habla un niño, el niño habla de una cantidad de bultos que ve falsos, que ve con su ojito.
Yo creo que cuando nacemos, los que vamos a hacer versos traemos en el ojo una viga atravesada. Esa viga atravesada nos deforma, ya sea transfigurándolo o en otra forma, todo lo que miramos y nos hace para toda la vida antilógicos y antirrealistas. El llamado poeta realista no existe. De manera que esa viga nos hace a veces ver amarillo lo que es negro, y nos hace ver redondo lo que es cuadrado, y nos hace caminar entre una serie de disparates maravillosos.
Dicen que al morir la mayor parte de los agonizantes lloran una lágrima, una extraña lágrima que cae con mucha lentitud. Yo creo que la viga del ojo del poeta no se va sino en esa última lágrima del agonizante.
Entraremos así en el paraíso, donde sea, con el ojo limpio porque ya en otra parte no nos serviría de nada una viga que nos transfigure las cosas.
Voy a decirles esa pequeña poesía que habla de la viga en el ojito del niño. Se llama «La pajita» y está escrita en la lengua folclórica de nuestro pueblo chileno que cuenta de una curiosa manera, diciendo: ésta que o éste que:
«Esta que era una niña de cera.
Pero no era una niña de cera,
era una gavilla parada en la era.
Tampoco era la gavilla
sino la flor tiesa de la maravilla.
Tampoco era la flor sino que era
un rayito de sol pegado a la vidriera.
Y no era un rayito de sol siquiera:
una pajita dentro de mis ojos era.
¡Alléguense a mirar cómo he perdido entera,
en este lagrimón, mi fiesta verdadera!»
Gabriela Mistral (Premio Nobel de Literatura, 1945). Instituto Vásquez Acevedo, Montevideo, Uruguay, 1938.
Qué belleza !
Gracias por publicarlo. Alumbra el corazón
Por Dios! leer algo escrito de manera tan bella, es un regalo para el alma! Qué leemos actualmente? Nada que no sea pedestre, terrible, político… en fin, es algo como un bálsamo para el alma leer a Gabriela, incluso tan bello como sus poemas son sus escritos en libros y en memorias.Gracias,mil gracias, por publicar este pequeño trozo de maravilla de Gabriela, nuestra Gabriela,nuestra olvidada Gabriela…
¡Muchas gracias por tu hermoso comentario! Nuestra idea es justamente recoger su pensamiento a través de estas notas. Te recomendamos otra nota que publicamos hace algunos meses atras «Gabriela Mistral.Bendita mi lengua sea». ¡Seguiremos publicando!.
Gabriela Mistral, tan de mí, tan enraizada de mi chilenidad, tan mía.
Llegas a mi alma como cascada dulce y fuerte de fuerza.
Gabriela, sueño de vida y coraje… mano fértil y orgullo mío… Como mujer y chilena apagada.
Gracias por el texto, admiro a las tres. Me encanta como describe Gabriela los momentos y maneras en que se inspira.
Excelente material.
Gracias.
Excelso contenido…
Maravillosa la poesía de Gabriela!!
Gabriela figura inagotable. Gracias por comentar!
Ahh Gabriela, tan sensible, tan única tan rural!! Ojalá se estudiara más en los colegios primarios u secundarios a nuestra gran poetisa, una mujer valiente, que se adelantó a su época
!!
Muchas gracias!
Que maravilla leer a Gabriela y cerciorarnos a través de su textos lo vanguardista que fué
Mi admiración y respeto a esta gran mujer chilena
Gracias a tí por tu hermoso comentario!
La mejor de todas…simplemente Gabriela…
Gracias por compartir
Gracias a ti por valorar el inmenso legado de Gabriela Mistral!
Gabriela …. enorme mujer, inolvidable, tus versos me estremecen el alma, venero tu palabra!
¡Gracias por tu hermoso comentario!
Un regalo para el alma !!!Gracias
Tan desconocida en nuestro medio y tan bello que escribía! Hermosa nota, gracias por compartir.