Sergio Larraín: Manifiesto de vida

De Susana Oviedo

03 de Jun de 2021

Sergio Larrain, Sicilia (1959)

«Una buena imagen es creada por un estado de gracia. La gracia entendida como un estado libre de convenciones, libre como un niño en sus primeros descubrimientos de la realidad. El juego entonces es organizar el rectángulo». Sergio Larraín .

En estos días existe gran expectativa por el estreno del documental “Sergio Larraín: El instante eterno”. Sergio Larraín (1931-2012) fue un fotógrafo chileno de fama mundial y el primer latinoamericano en formar parte de la prestigiosa Agencia Magnum. El director del documental es Sebastián Moreno, quien después de varios años de trabajo, logró concretar este film. El documental devela la vida y obra del enigmático fotógrafo, a través de su fotografía, testimonios de especialistas y personas cercanas.

Sus fotografías han estado presentes en el Centre Pompidou en París, el Tate Modern de Londres, y el MOMA en New York. Su figura en la historia de la fotografía tiene un manto de misterio y su trabajo se ha descrito como poseedor de un sentido de gracia y poesía inigualables. Después de años en los que la fotografía fue su «leitmotiv», decidió retirarse a una vida mística enfocándose en la meditación y aislándose de la sociedad.

Sergio Larrain

Larraín nació en Santiago de Chile en 1931 en el seno de una familia burguesa. En casa de su padre, el destacado arquitecto Sergio Larraín García-Moreno (fundador del Museo de Arte Precolombino), tomó contacto por primera vez con el arte y con la fotografía.

Su casa era un lugar de reuniones sociales y entre los amigos de su padre se contaban, entre otros, personajes como Pablo Neruda. Sin embargo, nunca se sintió plenamente identificado con el estilo de vida de su casa familiar. Pensaba que lo alejaba de lo que para él era realmente importante y creía pertenecer a otro lugar. Toda su vida se vio enfrentado a esta contradicción.

A los 18 años, abandona sus estudios universitarios en California, Estados Unidos. Un día, mientras paseaba por la ciudad, decide comprar una cámara fotográfica Leica IIIc. Larraín escribe: “Ahorré dinero y compré mi primera Leica pues era el objeto más hermoso que vi”. Esta decisión marcó su vida para siempre. Viaja a Londres y conoce al gran fotógrafo Henri Cartier-Bresson, quien lo invita a formar parte de la prestigiosa Agencia Magnum, tras lo cual se instaló en París donde comenzó a producir reportajes para dicha agencia. Su primera prueba fue retratar a un capo de la mafia italiana buscado por la Interpol: Giuseppe Genco Russo. Aparentando ser un turista en Sicilia se ganó su confianza y logró fotografiarlo; este reportaje lo llevó al éxito con publicaciones en las revistas más importantes a nivel mundial.

Sergio Larrain, Machu Picchu (1957)

Se dice que la escena de un encuentro íntimo de una pareja que Larraín fotografió en las afueras de la Iglesia de Notre Dame, inspiró a Julio Cortázar para escribir el cuento «Las babas del diablo». Posteriormente, el cineasta Michelangelo Antonioni obtiene del cuento de Cortázar la idea para su film “Blow Up”. La fotografía de Larraín dio origen a esa historia. Aparte de lo anecdótico de esta situación, para cuando se estrena “Blow Up” en 1966, el homenaje no le interesó a Larraín pues no le daba ninguna importancia a la fama.

Larraín viajó por el mundo, dando a conocer su forma de mirar la vida. Su estilo fotográfico fue único, con desenfoques, contrapicados y planos cortados, con personas que entraban y salían del encuadre. Viajó a Argelia fotografiando el colonialismo, la boda del Sha de Persia, entre otros tantos trabajos. Sin embargo, estaba lejos de sentir satisfacción personal.

Sergio Larraín, Horcones (1957)

Su amor por el puerto de Valparaíso en Chile quedó plasmado en su fotografía. Caminó por sus calles, fotografiando a los niños, peatones, vagabundos, marineros, travestis y prostitutas. Su alma de artista y su espíritu inquieto rechazaron el mundo en el que se desenvolvía. Necesitaba expresar su sensibilidad mediante un compromiso con lo que veía. Se acercó a la pobreza y a los niños de la calle con fotografías impactantes, inmortalizando sus gestos y sus intensas miradas con gran profundidad.

Soledad Zárate dice sobre estos retratos hechos por Sergio Larrain: “Su mirada es la de un observador sorprendido, involucrado, que retrató también su admiración por quienes lidiaban con la carencia y la soledad cotidianamente, y que invitan a despojarse de la mirada lastimera que predominaba en los discursos y aproximaciones a la pobreza de la época para reemplazarla por una mirada empática, y que se/nos interroga por las causas profundas de un estado injusto y recreado por la voluntad humana, no por la divina.”

Sergio Larrain, El instante eterno (2020)

En 1968, Larraín se contacta con el gurú boliviano Oscar Ichazo y comienza su camino de estudios orientales y de misticismo. Se aleja de la fotografía mercantil adoptando un estilo de vida solitario y de meditación.

Después del golpe de estado de Chile (1973) que lo afecta profundamente, se muda a un pequeño pueblo en el norte del país donde continúa su proceso de conocimiento espiritual. Comenzó a realizar fotografías a las que llamó “Satoris”, iluminaciones, y reconoce que «mis fotografías sólo hubieran sido un trabajo estético, un trabajo bien hecho, algo puramente bonito, si no hubiera hecho un trabajo interno. La fotografía es más que sólo un trabajo estético. Es una forma de expresión, es el resultado de tu mundo interno en composición con la luz. (...) De a poco vas encontrando cosas. Y te van viniendo imágenes, como apariciones”.

Con su enfoque poético, Sergio Larraín ha inspirado a generaciones de fotógrafos en todo el mundo. Su pasión inicial por mostrar la realidad a través de su lente dio paso al silencio, a través del aislamiento físico y espiritual, practicando meditación, yoga, escribiendo y dibujando. Dejó tras de sí un legado excepcional en el mundo de la fotografía, y lo interrumpió cuando se dio cuenta que ya no le entregaba la libertad que tanto buscaba. Como hace notar Roberto Bolaño, “los lugares en sus obras son menos de una ciudad y más de un universo íntimo. Sergio Larrain es un agente viajero que nos lleva no a Londres, ni con el capo, ni con los niños en situación de calle, ni a Valparaíso: el destino es el centro del alma misma de Sergio Larrain”.

Sergio Larrain, Valparaíso (1963)

En la novela de Marcelo Simonetti “El fotógrafo de Dios”, inspirada en el mito de Sergio Larraín, se publica un apéndice que es una carta del propio Larraín al autor del libro en respuesta al envío de los manuscritos de la novela por parte de Simonetti. En uno de sus párrafos dice:
(…) «La vida es un fluir al que no podemos oponernos porque no somos más que surfistas que se deslizan sobre la ola de la existencia encima de la cual debemos establecer un permanente equilibrio y un continuo avance. No es mi intención impedir la publicación de la novela, con los años he entendido que la resistencia, la lucha, no es la herramienta que el hombre debe asumir para salvar al mundo. Vivo en un estado de meditación profunda que es la forma que tengo de relacionarme con el entorno. No me resisto, no lucho, no peleo, medito. Medito y me desplazo porque entiendo que, en esa duplicidad, la paz y el movimiento, la contemplación y la acción, está el futuro de la humanidad (…)
En la búsqueda de un mundo más humano, lo abraza un habitante de la libertad “
Sergio Larraín

Categorías: Artes Visuales
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11 Comentarios

  1. Marta Pozzi

    Muy bueno, que cambio de vida, la niñez que tuvo y luego la pasión por la fotografía y terminando con la meditación en esa búsqueda de un mundo más humano.

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    • unaisladeideas

      Muchas gracias por tu comentario y por ser una seguidora tan fiel! esperamos hayas disfrutado las fotografías de este gran artista.

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  2. Lila Silva Labarca

    Espectacular, los felicito! Me impresionaron las imágenes captadas por él, al verlas se pueden contar historias, imaginar comienzos y finales de una novela. Las fotografías en blanco y negro son verdaderas obras de arte.
    Su trabajo es además muy poético y reconocido a nivel internacional.
    Creo que es lo mismo que un artista plástico puede sentir al hacer bosquejo y al ver su obra terminada.
    Lo más importante es dejarse llevar por lo que uno puede sentir al captar una imagen, la libertad añorada alcanza su momento cúlmine. Imagino la satisfación de Larraín al ver esa imagen revelada. Encontrar la paz interior nos habla del descanso necesario después de una trabajo creativo e intenso.

    Creo que conectarse con uno mismo es muy importante en estos tiempos de pandemia, en que todo es desechable y el tiempo transcurre inexorablemente.
    Es ahora cuando debemos hacer un alto en nuestro diario quehacer para tomarnos un tiempo de tranquilidad para conocernos mejor.
    La motivación y el amor por lo que nos agrada demuestra el interés genuino en nuestro quehacer. Esto último nuestros semejantes lo valoran, para eso hay que darse el tiempo de conocer al otro. Con esta forma de conocer podemos dar rienda suelta a nuestra creatividad.

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    • unaisladeideas

      Muchas Gracias por tu profunda reflexión! La pasión y poesía en su trabajo fotográfico estuvieron presentes hasta que ya no encontró allí la paz. Sería maravilloso que se concretara lo que sugiere el director del documental Sebastian Moreno. Apela a que se levante un centro nacional de la fotografía que dependa del Estado y que tal vez por esa vía, se pueda canalizar una eventual repatriación de su archivo histórico desde la agencia Magnum.

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    • Eva Holz Fischer

      Muy bue artículo, muy bien escrito, y muy de acuerdo con tu comentario

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  3. Ceci R

    Hoy desperté pensando en el documental. Me pareció muy bueno, se nota una investigación profunda y hecha con respeto, en el sentido de mostrar los hechos y las opiniones de todos los entrevistados transparentemente. Eso hace que el espectador pueda formarse una opinión propia, me parece. Me gustó que se hablara de su arte, de sus convicciones y recomendaciones técnicas principales y dichos sobre la fotografía, incluido el «no sirve para nada». No hay una santificación, del personaje, el director no lo «salva»; de hecho, fue para mí más bien una desmitificación, y creo que podré mirar su obra, que ya me parecía increíblemente bella y cruda, ahora con más distinciones (que siempre ayudan a interpretar con mayor amplitud), incluyendo el entender mejor al artista.
    Interesante el contrapunto entre el testimonio de la hija y el del hijo. En eso, noté más una intención del director, pero siempre mostrando todo lo que tenían que decir.
    Y Poirot, tan sincero y austero, contando su versión con admiración y se notaba, con tanto afecto; con esa voz y esa calma que traslucen profundidad, honestidad y calidez. De hecho, fue gracias a Poirot que supe de Larraín, por la foto y el texto descriptivo que publicó y vi antes en el primer libro que tuve y luego, en una bellísima exposición de sólo rostros, en la Biblioteca Nacional. Me quedo con una hechura magnífica y limpia de los documentalistas, y con la agradable sensación de entender mejor la obra; con la luz de una hija que «encuentra» a su padre distante, la del hijastro romántico que rescata la relación inevitable entre esos dos artistas; pero, a la vez, siento una espina de amargura, por un camino de búsqueda que fue dejando también, oscuridad y algunos damnificados entre quienes estaban al paso.

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    • unaisladeideas

      Muchas gracias por tu maravilloso aporte! Es el manifiesto de vida de Sergio Larraín, al desnudo, con sus luces y sombras.

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      • Eva Holz Fischer

        Emocionante la historia,las fotos y la película, gracias

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      • Ronald Mennickent

        Excelente artículo y muy buen video anexo. Muchas gracias por compartir. Un viaje interior, una búsqueda de si mismo a través del rectángulo y al final ruptura y meditación. Una historia notable de un gran fotógrafo, muestra su mirada de la humanidad desnuda, somos lo que somos. Gran fotografía.

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        • unaisladeideas

          Muchas gracias por tus palabras! Para nosotros ha sido un privilegio escribir esta nota.

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  4. Eda García

    El pueblito al norte de Chile, se llama Tulahuen

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