“Crear una pintura, es una experiencia fenomenal, colosal, el sentimiento de que el hombre inventa, como lo hace la naturaleza. Es como participar en el avance de los tiempos futuros. Esta experiencia viene a nuestros sentidos por una percepción directa, la percepción insistente de lo fenomenal que nosotros utilizamos como ley de referencia… nos hace tener un sentido estructural de la vida del mismo modo como tenemos una concepción esférica de la tierra… pintar la estructura colosal de la vida, como la ciencia describe geométricamente una ciudad”.
Roberto Matta.
Expresar el mecanismo del pensamiento liberado de las trabas de la razón o la cultura, fue el objetivo compartido por todos los surrealistas. Roberto Matta (Santiago de Chile, 1911 – Civitavecchia, Italia, 2002) fue uno de los más radicales defensores de la pintura en la que el artista dejaba que el inconsciente se expresara de manera libre y sin mediaciones.
Este creador, pintor, escultor, grabador, dibujante, poeta y arquitecto es considerado el último de los surrealistas y uno de los artistas más prolíficos y enigmáticos del siglo XX. Recorrer su obra es internarse en uno de los paisajes más apasionantes del arte. Vinculado también a los movimientos muralistas, su legado como una figura clave para el desarrollo del Expresionismo Abstracto de mediados del siglo XX, y su imponente estética, lo llevaron a convertirse en uno de los artistas latinoamericanos más importantes de todos los tiempos.
Roberto Matta Echaurren estudió arquitectura en la Universidad Católica de Chile, donde se destacó por su habilidad en el dibujo obteniendo su diploma en 1932. Preocupado por perfeccionar esta técnica, decidió asistir a los talleres libres en la Escuela de Bellas Artes donde su profesor fue Hernán Gazmuri, pintor cubista. Estaba interesado en la composición abstracta y en superar la tendencia de la “Beaux Arts”, que aún persistía en la escuela chilena. En su formación fue fundamental su relación con el arquitecto Sergio Larraín García-Moreno (padre del gran fotógrafo chileno Sergio Larraín), uno de los introductores del modernismo arquitectónico en Chile y de las ideas orgánicas de la Bauhaus (movimiento de arte moderno caracterizado por su enfoque único hacia la arquitectura y el diseño).
En 1933 rompe ataduras con su familia y con Chile e inicia un viaje a Europa llegando a París y se incorpora a trabajar en el taller de “Le Corbusier”, uno de los más importantes exponentes de la arquitectura moderna. Entre los años 1934-1935, viaja a España y se codea con grandes artistas: Maruja Mallo, Rafael Alberti, Manuel Ángeles Ortiz, Pablo Neruda y Federico García Lorca. Este último le regala un ejemplar de su libro “Llano por Ignacio Sánchez Mejías” y unas líneas de presentación para Salvador Dalí. En el verano de 1936, viaja a Lisboa invitado por la poeta Gabriela Mistral que lo introduce en la poesía de José Martí y en las brigadas culturales de Vasconcelos.
“Yo tenía un tío y una tía en España, muy mundanos, que veían a todo el mundo, yo no sabía que había poetas, yo no sabía esas cosas, estoy hablando del ’35, antes de la guerra. En diciembre del ’35 estaba en la casa de mi tía y llega un tipo a tocar el piano, era García Lorca, y le pregunta a mi tía que quién era yo, le dice «mi sobrino chileno que manda cartas en papel verde», este tipo deja el piano, salta y me abraza y me dice «¡escribes en papel verde!”, no sabía que había gente así, tan loca. Yo estaba en Barcelona cuando empezó la guerra y mataron a Federico y eso me impresionó muchísimo”.
En diciembre de 1936, Matta escribió “La tierra es un hombre” un texto dedicado a su amigo Federico García Lorca, que había sido asesinado poco antes. García Lorca fue figura clave en los inicios de la trayectoria plástica de Matta y en su inclusión en el grupo de los surrealistas franceses. En 1942 realiza su primera exposición individual en Nueva York titulada justamente “La tierra es un hombre”. Ese hombre era la poesía de García Lorca que fue su energía e inspiración. En estos años conoció a Magritte, Picasso, Duchamp y Miró. Visita varias veces a Picasso en su estudio mientras este trabaja en el “Guernica”. Esta obra influyó en los enormes formatos y en las composiciones de Matta.
Dalí alentó a Matta a mostrar algunos de sus dibujos al escritor André Breton, líder del surrealismo. Este vínculo marcaría su producción artística para siempre. Breton decidía quién era o no surrealista. Para ello se efectuaba un ritual de presentación del candidato que comenzaba por la vía de la recomendación de algún miembro surrealista cercano. El candidato era citado, debiendo estrechar manos y sostener la mirada por algún tiempo mientras era sometido a su revisión escrutadora. Terminado este ritual, el candidato sostenía una conversación privada con Breton quien se enteraba de manera directa de su trabajo. Finalmente lo incorporaba a la cofradía. A Breton le bastó ver cuatro de los dibujos de Matta para incorporarlo inmediatamente al movimiento surrealista.
“Queridísimo Breton, le presento a mi amigo Matta, también amigo del poeta García Lorca, me encantan sus dibujos a lápiz, que son las primeras cosas que hace, planea también objetos, sería de gran utilidad que se pusiera en contacto con el grupo, suyo Dalí”. Fragmento de la carta de presentación de Salvador Dalí a André Breton.
Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial en 1939, Matta se trasladó a Nueva York y pronto comenzó a relacionarse con Jackson Pollock, Arshile Gorky y Mark Rothko. Durante 1941 viajó a México y conoció la monumental obra de los muralistas mexicanos. Como consecuencia sus obras aumentaron de formato, influyendo también en esto a sus amigos estadounidenses. Finalmente, con el comienzo de la Guerra Fría, retornó a Europa en 1948 y vivió entre París y Roma. En 1969 adquirió la nacionalidad francesa, y tras residir en Chile durante el Gobierno de Salvador Allende, pasó sus últimos años entre París y Tarquinia, Italia.
Sus obras de un vivo colorido y con una psicología propia de mundos imaginarios que se alejan de las preferencias figurativas de sus compañeros, se anticipan a los movimientos artísticos como el expresionismo abstracto de la segunda mitad del siglo XX. Movimiento, expresión, geometría junto a una fuerte carga visual y gestual son su carta de presentación, que unidos con un manejo excepcional de la luz, representan su marca inequívoca y única.
Desde la década de los cuarenta, Matta desarrolla un espíritu crítico centrado en parodiar la falta de racionalidad en un panorama tecnológico y vacío, reflejo de una sociedad bañada de sangre en pleno proceso de la Segunda Guerra Mundial. Su espíritu cuestionador permanece en los años siguientes, mostrándose como un férreo defensor de la necesidad de cambiar la realidad política del continente latinoamericano. Hace suyos los valores propios de la izquierda y se muestra activo mediante sus trabajos en la denuncia de las violaciones del estado de derecho, por el fin de la guerra del Vietnam y en favor de la revolución cubana.
Matta recibió innumerables reconocimientos entre los que se destacan la Medalla de Oro de Las Bellas Artes Españolas (1985), El Premio Nacional de Arte de Chile (1990), Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1992) y el Praemium Imperiale de Japón (1995). Asimismo, su legado artístico está presente en la sede de la Unesco de París, la Galería Beaubourg de París, el Museo Thyssen de Madrid, la Escuela de Bellas Artes de Cuba, el Tate Museum de Londres, el Museo Metropolitano de Arte MoMa en Nueva York, la Peggy Guggenheim Collection en Venecia y el Museo de Bellas Artes de Chile, entre otros.
Se consideraba un poeta y no un pintor. «A mí lo que me interesa es la preocupación por la poesía. La única diferencia entre la pintura y la poesía es la forma y la luz, el resto es igual. No se ve con los ojos, se ve con el alma. Cada uno ve cómo puede, con su propio diccionario de imágenes. Ver, sólo ver, es muy fácil»
Roberto Matta es un viajero en sentido estricto y figurado. Todos los viajes lo apasionan y nos invita a transitar por nuestros temores y nuestras glorias. Conforme a su poética personal, seguirá siendo un vanguardista, un iluminador. Su condición de “outsider” no solo se sustenta en su vocación de errante, sino en alguien que, aunque pinta cuadros, construye una poética que se sitúa fuera de los límites del arte.
Para quienes amamos el arte de la palabra, no podemos menos que agradecer también la poesía de Roberto Matta que está presente en todas sus expresiones, poesía que evoca y provoca. Lo hemos visto siempre entre pinceles en las alturas del olimpo surrealista, pero ignorábamos también que ascendía a esas alturas por el camino de la escritura. Comparto una de sus frases más bellas:
«Quiero que el edificio de mi conciencia sea un palacio increíble antes de morirme, y si me muero con un palacio de conciencia, no me muero, ya soy universo».
Para agendar:
A 110 años del nacimiento de Roberto Matta una muestra de más de cien grabados, ilustraciones y aguafuertes cruza los Andes y llega a Buenos Aires.
“MATTA. Obra Gráfica 1943-1968. De la New School de Nueva York a la Revolución Intelectual del 68”. Del 22 de octubre hasta el 15 de diciembre, de jueves a sábados, de 15 a 19 hs, en Tagle esquina Avenida del Libertador (ingreso por plaza República de Chile), Buenos Aires . Con entrada libre y gratuita.
Que maravilloso, artista era el, que pena que en Chile no sea tan reconocido como lo fue en el extranjero.
Debe ser en parte por su ideologia politica.
Losjovenes de hoy no saben quien es el gran Roberto Matta.
Excelente artículo que habla de uno fe los grandes, los artistas monumentales que ha dado esa delgada franja que significa un país, con un nombre muy «ad hoc» que recuerda al delicioso vegetal. Muchas gracias