«Fue el verano en el que murió Coltrane. El verano del «Cristal Ship». Los Hippies alzaron sus brazos vacíos y China hizo detonar la bomba de hidrógeno. Jimi Hendrix prendió fuego a su guitarra en Monterey. Fue el verano de la película «Elvira Madigan», el verano del amor. Y en aquel clima cambiante e inhóspito, un encuentro casual cambió el curso de mi vida. Fue el verano en el que conocí a Robert Mapplethorpe».
«Éramos unos niños”, Patti Smith.
La gran cantante de punk rock Patti Smith fue una de las figuras más influyentes de la música cuya carrera no sólo se limitó a sus icónicas canciones, sino que también se volcó a la literatura y a la poesía. Dentro de su creación literaria se encuentra el libro «Éramos unos niños» (2010), dedicado a uno de los grandes amores de su vida: el fotógrafo Robert Mapplethorpe.
Su historia de amistad comenzó en la ciudad de Nueva York, a donde llegó en el mes de julio de 1967. Allí comenzó a trabajar en la librería «Scribner», en la Quinta Avenida y en sus ratos libres sumaba a sus ingresos la tarea de posar desnuda para los estudiantes del «Pratt Institute of Art», donde estudiaba el joven Robert Mapplethorpe. Luego se hicieron amigos y en 1969 se mudaron a la habitación «1017», del Hotel Chelsea. En este famoso edificio se hospedaban grandes artistas con los que se cruzaban diariamente tales como: Nico, Leonard Cohen, Bob Dylan, Keith Richards, Janis Joplin (Patti Smith llega a escribir una canción para ella), Jimi Hendrix, Dylan Thomas y Allen Ginsberg. Por más de veinte años fueron amigos inseparables, compañeros, amantes y fuente de inspiración recíproca.
Así es como describe Patti Smith en su libro «Éramos unos niños», la primera vez que se cruzó con Robert: “Entré en la habitación. Había un muchacho dormido encima de una sencilla cama de hierro. Era pálido y delgado con una oscura mata de pelo rizado. Tenía el torso desnudo y collares de cuentas alrededor del cuello. Me quedé quieta. Él abrió los ojos y sonrió.
Cuando le conté mi difícil situación, se levantó de un salto, se puso las sandalias y una camiseta blanca y me indicó que lo siguiera.
Lo observé mientras caminaba delante de mí, ágil, con las piernas un poco arqueadas. Me fijé en sus manos mientras se golpeteaba los muslos con los dedos. Nunca había visto a nadie como él. Me condujo hasta otra casa de Clinton Avenue, se despidió con un breve saludo, sonrió y se marchó”.
Incansables lectores de Mallarmé, Verlaine, William Blake, pero principalmente de Rimbaud, también fueron influídos por los grandes del momento: la generación beat, Jim Morrison, Andy Warhol o Bob Dylan. Ubicados en el centro del ambiente artístico y cultural de la gran ciudad que les va a permitir ampliar tanto sus horizontes creativos como encontrar y desarrollar sus primeras oportunidades artísticas.
En ese contexto consolidan un vínculo de enorme confianza que se materializó en innumerables obras de arte, que solían concebir en la intimidad de su pequeño departamento. Este encuentro amoroso estimuló y alimentó la incipiente creatividad de ambos: por un lado, las habilidades literarias y poéticas de Patti Smith; y por el otro, el ojo visual y artístico de Robert Mapplethorpe como fotógrafo.
Mapplethorpe que es reconocido por sus fotografías en blanco y negro y por plasmar la belleza del cuerpo masculino y femenino, se despidió de su gran amiga pidiéndole que algún día relatara la historia de su relación. Muchas de sus fotografías causaron gran polémica, debido a que incluían a actores de cine pornográfico y exponían abiertamente elementos de la cultura sadomasoquista. Aprendió a capturar el cuerpo humano de forma casi escultórica y se aventuró a ubicar su cámara en cualquier lugar siempre con el firme objetivo de crear imágenes que aspiraban a ser artísticas. Sin duda, la belleza era su principal finalidad, estaba obsesionado con ella: “Quiero que todo sea perfecto y, por supuesto, no lo es. Eso ocupa un lugar importante de mi pensamiento, por lo que nunca estoy satisfecho”, declaró Mapplethorpe.
Cumpliendo con el deseo de Robert, Patti escribió «Éramos unos niños», una obra autobiográfica en la que narra las experiencias que compartieron en sus años de juventud junto con el fotógrafo: la supervivencia en Nueva York, el autodescubrimiento, el desarrollo artístico y el crecimiento personal de dos jóvenes que estaban destinados a convertirse en grandes iconos culturales. Ambos habían nacido un día lunes de 1946. Los dos eran espíritus libres que vivían para el amor y para el arte. El azar quiso unirlos para siempre. Y, aunque tuvieron que pasar muchos años, finalmente Patti pudo dar con las palabras adecuadas para rendir homenaje a su alma gemela y despedir a su compañero de aquellos años en los que fueron unos niños que soñaban con ser artistas.
«Nos despedimos y salí de su habitación. Pero algo me impulsó a regresar. Se había quedado dormido. Lo miré. Tan sereno como un niño viejo. Abrió los ojos y sonrió. «¿Ya has vuelto?». Y luego se durmió otra vez. Así pues, mi última imagen fue como la primera. Un joven dormido bañado de luz que abrió los ojos y sonrió con complicidad a una persona que jamás había sido una desconocida».
En 2010 «Éramos unos niños», le otorgó a la escritora un «National Book Award», el premio nacional de literatura de los Estados Unidos. Anteriormente, Patti Smith había escrito «El mar de coral» (Editorial Lumen).
Con imágenes aportadas por la «Robert Mapplethorpe Foundation», creada por el fotógrafo diez meses antes de su muerte con el objetivo de preservar su trabajo y financiar la investigación de la enfermedad que le provocó la muerte; la mítica autora del éxito «Because the night» (1978) cabalga entre la prosa y la poesía, en un viaje por la vida, la enfermedad y la muerte de su entrañable amigo que falleció en 1989 por complicaciones respiratorias derivadas del sida.
Muestra del Museo MALBA (2010).
Robert Mapplethorpe: «Eros and Order».
Anne Wilkes Tucker.
Desde el comienzo y a lo largo de toda su carrera, Mapplethorpe supo cuáles eran los temas de su interés: los retratos y los autoretratos, las naturalezas muertas, los desnudos (masculinos y femeninos), las esculturas, las flores y el sexo (…).
Durante los primeros seis años de su carrera fotográfica trabajó con cámaras Polaroid, creando imágenes íntimas y únicas. En 1975 adquirió una cámara Hasselblad, y a partir de entonces comenzó a hacer ampliaciones de negativos. Más importante aún, se apartó del estilo «instantánea» de la Polaroid y se dedicó a la creación de imágenes meticulosamente compuestas y controladas. Tras haber estudiado las imágenes de muchos otros fotógrafos en museos, galerías y colecciones privadas, comenzó a exigir a sus asistentes técnicos impresiones de factura exquisita. Trabajaba casi exclusivamente en su estudio, o en entornos donde podía decidir hasta el más mínimo detalle (…).
Si se resumen las diversas perspectivas que han valorado su obra puede concluirse que Mapplethorpe fue un artista ambicioso en el mejor sentido, que luchó no sólo por el reconocimiento y el éxito comercial sino también por dejar un legado perdurable; que era una fotógrafo a regañadientes, que utilizaba cámaras y películas para crear su arte y que admiraba y coleccionaba fotografías artísticas pero que no se consideraba un «fotógrafo»; que tuvo influencias de los fotógrafos del siglo XIX y XX y también de artistas como Marcel Duchamp o Andy Whathol, pero que algunas de las resonancias más profundas de su obra pueden encontrarse en artes más antiguas; que tanto su vida como su arte reflejaron directa e indirectamente importantes temas sociales y políticos de las dos décadas durante las cuales trabajó, pero que su estética fue antiética con el arte de esas dos décadas, y finalmente, que aunque no produjo su trabajo con voluntad de perturbar, tampoco retrocedió ante el efecto que sus fotografías homoeróticas suscitan en el público (…).
A partir de 1977, un año después de haber adquirido la cámara Hasselblad, Mapplethorpe expuso su obra con creciente regularidad en los Estados Unidos. Durante los años ochenta comenzó a exponer y a publicar sus fotografías en Europa y en Japón y, a partir de 1983 aparecieron varios monográficos y catálogos sobre su obra con ensayos de importantes curadores, críticos y escritores. En 1986 le diagnosticaron sida, y en 1988 el Whitney Museum of American Art, en Nueva York, presentó la primera muestra retrospectiva de su obra en los Estados Unidos. Murió el 9 de marzo de 1989.
0 comentarios