«Coloco en el escaparate unos libros de ocasión que acabo de comprar. Son más o menos las cuatro de la tarde y empiezan a caer copos de nieve”.
La escritora Aki Shimazaki, nacida en Japón, lleva más de 25 años viviendo en Canadá, en donde escribe y publica en francés desde el año 1991. Es una escritora de una gran humildad, rechaza las entrevistas porque cree que sus libros deben hablar por sí mismos. Para escribir “Hôzuki, la librería de Mitsuko”, se inspiró en una historia que escuchó hace más de cuarenta años.
¿Es posible no querer ser madre y, al mismo tiempo, desearlo profundamente? ¿Podemos cuestionar el mandato del amor maternal? Aki Shimazaki se atreve a explorar estos temas complejos y contradictorios, cuestionando este mandato y la condición de mujer.
Mitsuko vive en Nagoya, tiene casi cuarenta años, es dueña de la librería Hôzuki, de libros usados especializada en textos de filosofía. Tiene un hijo, Tarô, de siete años que es sordomudo. Ella vive con su madre en el segundo piso de la librería. Los viernes trabaja como camarera en un bar de prostitutas. Mitsuko valora mucho su independencia y le desagrada la típica “fragilidad” femenina.
En el transcurso de su vida ha tenido varios amantes, no amores, con excepción de Shôji con quien disfrutaba las conversaciones sobre filosofía. No le interesa tener amigos y cuida como un tesoro su mundo que considera perfecto. A pesar de no tener estudios, tiene ansias de saber y ha leído una buena selección de los libros que exhibe en su librería. Una tarde de nieve llega una mujer elegantemente vestida, la señora Kako Sato, junto a su pequeña hija Hanako; quien en muy poco tiempo, establece una relación de entendimiento maravillosa con Tarô a pesar de la dificultad del niño.
A partir de este momento, las dos mujeres y los niños se vincularán en una historia que Aki Shimazaki se encargará de desenredar y en la que nada es lo que parece. Seremos testigos de conversaciones profundas, de gran carga emocional por parte de los personajes que nos sorprenderán, especialmente en la voz del pequeño niño. En una trama articulada a partir de secretos no confesados, los receptores de estas “revelaciones íntimas” seremos nosotros, sus lectores.
La historia está escrita hermosamente como si fuese poesía novelada y acorde al delicado fruto del Hôzuki. Hôzuki, de la familia de las physalis, es una flor muy utilizada en los arreglos florales del ikebana. Tiene una forma muy peculiar y colores brillantes. Las emociones que nos transmite su autora son precisas y humanas, así como los lúcidos cuestionamientos filosóficos a cargo del niño Tarô y de “Sócrates”, el gato de la familia.
“Me siento en una piedra grande. Con los ojos cerrados, escucho el ruido del agua.
Me viene de nuevo a la mente el rostro de Shôji, y nos imagino dialogando.
-¿El budismo es una religión o una filosofía?– preguntó.
-Es una religión– responde.
-Pero no tiene Dios.
Se echa a reír.
-Mitsuko, ¿sabes cuál es el fin de las religiones? Liberar del dolor de la vida y la muerte. El budismo no es una excepción. En lo que se diferencia de otras religiones es en que los budistas tratan de alcanzar el despertar por sí mismos, mientras que los monoteístas cuentan con su dios para llegar al paraíso.
-Entonces, ¿cuál es el fin de la filosofía?
-Preguntarse cómo vivir hasta la muerte, por qué hemos nacido en este mundo, sobre todo comprender qué significa el mundo.
Le pincho.
-¿Por qué complicarse tanto?
-Entonces, dime qué piensas tú.
-La diferencia es simple. La religión consiste en creer y la filosofía, en dudar.
-¡Bravo!- exclama, riendo.
Me levanto y tiro más piedras.
Los pequeños guijarros saltan y danzan sobre el agua uno o dos segundos. Instantes efímeros, como nuestro encuentro con la señora Sato y su hija».
Aprenderemos sobre el Kanji (ideogramas chinos) y sobre la escritura silábica japonesa hiragana. La palabra Hȏzuki tiene varias interpretaciones que tendrán sentido en la medida que la historia avanza. Así, Hȏzuki significa oración (rezo), sin embargo, en el lenguaje de las flores significa mentira. El motivo por el que Mitsuko llama así a su librería, en cambio, es una tercera interpretación de la palabra Hȏzuki que será develada en la novela. Hȏzuki será mucho más que la librería de Mitsuko para la protagonista y para nosotros.
La nieve, los paisajes, la comida japonesa y las tradiciones acompañan a esta novela que mantiene un ritmo imperturbable. El deshoje del pasado, la capacidad de la autora de sugerir e ir develándolo poco a poco es magistral, como si estuviéramos deshojando una flor. Las miradas por parte de las protagonistas sobre la maternidad, la familia, el trabajo, la filosofía y la religión son expresadas con sutileza, sin adjetivos y sin enjuiciar.
Aki Shimazaki escribe con maestría una historia en la que traza lazos invisibles entre los personajes. Una vez finalizada su lectura, esta novela se queda con nosotros como esperando algo más. Ha echado raíces, se ramifica, florece y da frutos. Tal vez podríamos intentar escribir un haiku con lo que nos resuena. “Hôzuki, la librería de Mitsuko” nos envuelve en un microcosmos fascinante, un libro de reparación, de sanación de nuestros dolores a través del amor.
“Hôzuki, hôzuki, el amor enjaulado.
Naranja como el lirio atigrado,
reluciente como el sol.
¡Qué alegría! Tú eres mi resplandor”.
Hermoso!
Muy sugerente!!!