Una voz desde el alba

De Gabriela Puente

10 de Jun de 2022

La voz de Atahualpa resuena desde las lejanías de la tierra que le dio origen, se eleva hasta los primeros rayos del sol, evocando el amanecer. Atahualpa se despertaba al alba, porque, en sus propias palabras: «[a esa hora] el hombre aún no ha empezado a sufrir. A esa hora estoy puro, limpio, en silencio, y escribo mientras la familia duerme. (…) La noche no me gusta. Quizás porque los fantasmas vienen al anochecer. Con esto quiero decir que los fantasmas vienen después que el hombre sufrió. Y el hombre empieza a sufrir cuando sale a la calle a ganarse el pan de sus hijos… y se topa con el otro hombre. Entonces, recién entonces, comienzan a salir los lobos que cada cual tiene adentro».

El destino de un nombre

Héctor Roberto Chavero

Atahualpa Yupanqui nació el 31 de enero de 1908, con el nombre de Héctor Roberto Chavero, en Campo de la Cruz a unos 30 km de Pergamino. El pasado 23 de mayo se cumplieron treinta años de su fallecimiento, acaecido en Francia en 1992. Entre ambas fechas se despliega el destino de un hombre que fue padre, esposo, militante afiliado al Partido Comunista, poeta, músico, peregrino del mundo y un artista que supo dar letra y voz al folklore argentino durante décadas.

Cambió su nombre homérico por otro indio, eligió como pseudónimo un nombre magnánimo, el del último soberano inca. Hay quienes afirman que en la palabra se encuentra la esencia de la cosa, lo cual puede ser válido, sobretodo, si se trata de un poeta, es por eso que, según el propio Atahualpa, la traducción de su nombre completo sería: Ata: venir; Hu: de lejos; Allpa: tierra; Yupanqui: decir, contar. Con lo cual su nombre significa: el que vino de lejanas tierras a contar.

El arriero va 

Don «Ata» Yupanqui

La obra poética de Atahualpa remite a la tierra que le dio origen, y así, le escribió a las planicies pampeanas, a los cerros, a las quebradas, a la puna, a la cordillera, a los cañaverales, incluso a la “hermanita perdida”, las islas Malvinas: “tierra cautiva/ de un rubio tiempo pirata/ Patagonia te suspira/ toda la pampa te llama”. Atahualpa mismo recorrió esos lejanos parajes, en algunos de ellos se instaló por un tiempo, en otros fue fugaz su estadía. 

Una filosofía situada y arraigada recorre su obra. La evocación de una vida simple y autóctona no impide interpelar las raíces del sistema explotador que la socava. Ese sistema que desangra siempre a los más vulnerables. Si acaso nos olvidáramos de ello, si la vida nos volteara el rostro contra una verdad tan simple, ahí estará la poética de Atahualpa para recordarnos que las penas son de nosotros, pero las vaquitas, ajenas, que el oro del patrón tiene el color de la sangre minera y que las madres se desloman en el campo trabajando mientras sus niños duermen.

Pero a pesar de la sombra del diablo blanco que todo lo destruye, algo recupera el poeta de la herencia hispana. Una figura alta y desgarbada se eleva por sobre los demás arquetipos del europeo: el del idealista perseguidor de molinos de viento y también su fiel y simple amigo. Su sangre se derrama sobre nosotros, y nos recorre, pero nuestras entrañas son indias, sangre y entrañas conviven: “puso España en nosotros su Sancho y su Quijote. Bullen en nuestra sangre su genio y su tesón. ¡Pero hay un indio extraño, pensativo y huraño paseándose en el templo de nuestro corazón! 

La Pampa ancha como pena india

Todo en su poética se impregnó del romanticismo bárbaro de la Pampa, escenario de lo sublime, la soledad y la anchura inmensurable que la vista no alcanza a asir, el propio Atahualpa dijo que Dios creó el mar para limitar la Pampa.

Enraizar en lo hondo de la tierra se torna difícil en estos momentos de capitalismo efímero y feroz. Pero la tarea es menester, y se instaura una pregunta por la voz, por nuestra propia voz. Atahualpa es aquí como la luna, como una estrellita que ilumina el camino. Fiel a la tradición de aedos y trovadores, de aquellos poetas cuyo trabajo y don consiste en proteger y conservar la memoria colectiva, Atahualpa supo desde muy joven que el reconocimiento máximo es dado por el anonimato, la mayor gloria es diluir la propia voz en el cantar de la voz popular. Y así, la muerte no existe si está la memoria del pueblo.

Cerro Colorado, Córdoba

En el pudor de la Pampa, en su lejana e infinita soledad, la palabra común y corriente no halla su eco, es entonces cuando el silencio nombra. Y la música y la poesía, quizás unas de las formas del silencio, nombran mejor aún. Vivió y murió con el orgullo de no tener nada. Su casa en Cerro Colorado, Córdoba, fue construida sobre un terreno prestado, “mi cotización tiene otros valores” afirmaba Atahualpa. Hoy sus restos descansan allí.

Obra poética de Atahualpa Yupanqui

El Payador Perseguido, San Luis: Editorial Universidad Nacional de San Luis, 2003.

Aires Indios, San Luis: Editorial Universidad Nacional de San Luis, 2003.

Guitarra, Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte, 1979.

La capataza, Buenos Aires: Ediciones Cinco, 1992.

Piedra Sola, San Luis: Editorial Universidad Nacional de San Luis, 2004.

El canto del viento, Buenos Aires: Editado por G.G. – Carlos Yema, 2001.

 

Algunas entrevistas online

Entrevista de Juan Alberto Badía, Argentina, 1980: https://www.youtube.com/watch?v=0hJackQmiDE

Entrevista de Joaquín Soler Serrano, España, 1977: https://www.youtube.com/watch?v=wcTuU-rOxGM

Entrevista de Cacho Fontana: https://www.youtube.com/watch?v=fMGwTBHx6h0

Entrevista de Daniel Viglietti, Francia, 1992:  

https://www.youtube.com/watch?v=R1GzhvQ3JeI

Entrevista de Antonio Carrizo, Buenos Aires, 1988: 

https://www.youtube.com/watch?v=MtJJGcRswMk

 

Gabriela Puente

Gabriela Puente es licenciada en Filosofía por la UBA, maestranda por UNDAV, primera mención en Certamen de Ensayo Filosófico de la Facultad de Filosofía y Letras UBA, su tesis de licenciatura fue publicada por Editorial Biblos en 2018, publicó varios artículos en revistas académicas; actualmente se dedica a la redacción y edición en diversos medios.

 

 

 

Categorías: Música
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15 Comentarios

  1. Nelida Lescamo

    La obra de don Yupanqui es parte de nuestra historia dando luz a nuestras vidas

    Responder
    • Gabriela

      Como nuestra tierra recordando, a través de su voz, una Historia que intenta ser silenciada.

      Responder
    • unaisladeideas

      Gracias por tu comentario que compartimos.

      Responder
  2. Nydia

    Bella historia del gran Atahualpa Yupanqui. Pasea en nuestro corazón y retumban sus melodías.
    Duerme duerme, negrito… que tu mama está en el campo, negrito.

    Responder
    • Gabriela

      Totalmente de acuerdo, Nydia, retumban aun sus melodías.

      Responder
    • unaisladeideas

      Muchas gracias por tu hermoso comentario.

      Responder
  3. Manuel Díaz Mestre

    Que bien que alguien haga conocer todo esto que la gran mayoría ignora, de este enorme poeta. nuestro

    Responder
    • Gabriela

      Gracias, Manuel, por comentar, hay todavía muchas dimensiones de la obra del poeta para descubrir. Una verdadera obra de arte es inagotable.

      Responder
      • Normando

        Lo vi pasar por el centro de Tucuman, meses antes de su muerte, y no me animé a hablarle. Viejo comunista, ateo a pesar o justamente por ese «dios por aquí no pasó». Visité su casa y el lugar donde se enterraron sus cenizas, por supuesto sin una cruz. Eterno don Ata.

        Responder
    • unaisladeideas

      Esa fue nuestra intención al pensar la nota. Gracias por comentar.

      Responder
  4. marta bernazano

    precioso artículo.decía don Atahualpa, » hablo poco por
    que, como dicen en mi pueblo, las verdades no abundan».

    Responder
    • Gabriela

      Gracias, Marta. Yupanqui manejaba bien tanto la palabra como el silencio.

      Responder
    • unaisladeideas

      Con esta nota quisimos rescatar a un genio de las letras y de la música que no siempre recibió el reconocimiento tan merecido.Muchas gracias por comentar.

      Responder
  5. Roberto Chavero

    Gabriela, de lo mejor su artículo sobre la obra de mi Tata. Le agradezco profundamente su aporte a la comprensión de su legado. Roberto Chavero.

    Responder
    • Gabriela

      ¡Muchas gracias, Roberto, por tus palabras! Fue un honor para mí escribir sobre un artista tan enorme, y sobre todo tan querido.

      Responder

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