Aproximación a Nicanor Parra

De Elena Díaz Islas

05 de Oct de 2021

Es indispensable hablar hoy de Nicanor Parra. Hay que informarse al máximo de él, quererlo, entenderlo, admirarlo. Está y estuvo el 23 de abril de 2011 en todos los periódicos del mundo hispano y en el corazón de muchos chilenos. Ese día Nicanor recibió el Premio Cervantes, otorgado por una comisión exclusiva y entregado en una ceremonia en la que hubiésemos querido estar, en la Universidad de Alcalá de Henares donde se supone estudió Cervantes. Es, desde luego, un reconocimiento mayor a este distinguido profesor de Matemáticas y Mecánica Racional.

Retomemos sus orígenes:

El matrimonio Parra Sandoval, campesinos y parientes de campesinos, dueños de tierras en las cercanías de Chillán, iniciaron su vida en común más o menos en el año 1912. Nicanor nació en el año 1914 y es el hijo mayor de este matrimonio. Hay abuelos, tíos, primos que comparten con los lugareños, en San Fabian, San Carlos, Chillan Viejo. El padre de Nicanor ejerce como profesor primario y la madre, Clarisa Sandoval, es dueña de casa, costurera, muy hacendosa. Esos años corresponden a un Chile muy pobre, de extrema diferenciación social: los muy pobres, que son campesinos y los ricos, grandes hacendados. Chile es predominantemente rural, no hay industrias, salvo la extractiva en el norte del país, pero eso quedaba muy lejos. La familia Parra vive en pobreza permanente, los hijos nacen y nacen, primero, Nicanor, luego Violeta, Roberto, Lalo, Adrián, Hilda, Caupolicán, Elba, Lautaro y Oscar René.

En el libro “Conversaciones con Nicanor Parra” del catedrático Leónidas Morales, Nicanor cuenta que se ganaba la vida desde pequeño en lo que fuera y estuviese al alcance: eran ayudantes menores en circos, vendían agua en tarritos en el cementerio de Chillán Viejo, Nicanor llevaba los platos a la mesa en humildes restaurantes de barrio. Esta familia de tanta cercanía a tantos niños de ese tiempo, sin juguetes, descalzos, ha dado hasta hoy un sinnúmero de personas brillantes: Nicanor, matemático, físico y poeta; Violeta Parra, folclorista, cantautora, bordadora, ceramista; el tío Roberto, autor de la «Negra Ester»; el tío Lalo, cantor, autor de las «Cuecas choras»;  los hijos de Violeta: Isabel y Ángel (quien además de cantar, escribió «Violeta se fue  a los cielos», libro base para que el cineasta Andrés Wood compusiera el film del mismo nombre y alcanzara premios y distinciones en Canadá y Francia). Ángel Parra (hijo), rockero, forma parte del grupo «Los Tres» y así hijos y nietos hasta llegar a Tololo, su nieto, quien recibió el Premio Cervantes, en nombre de su abuelo.

De todos los hermanos Parra, Nicanor es el único con estudios completos: la educación básica y media en Chillán, la universitaria en Universidad de Chile, con postgrado en Oxford en la Universidad de Brown.

Propongo como primer acercamiento al poeta, la lectura de los versos iniciales de “Hay un día feliz”. Es uno de sus poemas más divulgados, sencillo, de su primera producción. En él expresa la emoción y, no por ello, una profunda nostalgia del recuerdo de su aldea en su lugar de origen.

 

Hay un día feliz.

A recorrer me dediqué esta tarde

las solitarias calles de mi aldea

acompañado por el buen crepúsculo

que es el único amigo que me queda

Todo está como entonces, el otoño

y su difusa lámpara de niebla

sólo que el tiempo lo ha invadido todo

con su pálido manto de tristeza.

 

Otro poema suyo, de un Nicanor ya consolidado, con publicación en “Cancionero Sin Nombre”, amigo ya de los grandes como Vicente Huidobro y Pablo Neruda, es «Autorretrato», que como  él mismo dice: «Venía llegando de Inglaterra de compartir con los poetas del mundo (1949) me olvidé de mis deberes académicos y quise estudiar por mi cuenta a los poemas metafísicos. Escribí “Soliloquio del individuo”, en ese entonces leía mucho a Kafka y de ahí  “Autorretrato”, que yo califico como poema expresionista».

Autoretrato.

Considerad, muchachos

este gabán de fraile mendicante

soy profesor de un liceo obscuro

he perdido la voz haciendo clases

(Después de todo o nada

hago cuarenta horas semanales)

¿Qué les dice mi cara abofeteada?

¡Verdad que inspira lástima mirarme!

Y qué les sugieren estos zapatos de cura

que envejecieron sin arte ni parte.

En materia de ojos, a tres metros

no reconozco ni a mi propia madre

¿Qué me sucede?  ¡Nada!

Me los he arruinado haciendo clases:

la mala luz, el sol,

la venenosa luna miserable.

Y todo ¡para qué!

Para ganar un pan imperdonable

Duro como la cara del burgués

y con olor y con sabor a sangre

¡Para qué hemos nacido como hombres

Si nos dan una muerte de animales!

Por el exceso de trabajo, a veces

veo formas extrañas en el aire

oigo carreras locas

risas, conversaciones criminales

Observad estas manos

y estas mejillas blancas de cadáver

estos escasos pelos que me quedan.

¡Estas negras arrugas infernales!

Sin embargo, yo fui tal como ustedes

Joven, lleno de bellos ideales

Soñé fundiendo el cobre

y limando las caras del diamante:

aquí me tienen hoy

Detrás de este mesón inconfortable

embrutecido por el sonsonete

de las quinientas horas semanales.

Nicanor Parra

La Antipoesía es la marca de Nicanor.  Sólo él es el único antipoeta. En sus «Guatapiques», en sus “Artefactos”, en los “Chistes para desorientar a la policía» están presentes el humor de las voces populares, la publicidad, lo que dice la calle, el soliloquio y el anticonformismo.

Algunos chistes para desorientar a la policía:

” Bien

Y ahora, ¿quién

nos liberará

de nuestros liberadores?”.

“De aparecer apareció

pero en la lista de los desaparecidos”.

“A ver, a ver

tú que eres tan diablito ven para acá

¿Hay o no hay libertad de expresión en este país…?

  • Hay
  • ay!
  • áááy!”.

“Los pollitos dicen

pío pío pío

porque tienen hambre

porque tienen frio”.

El profesor Juan Gabriel Araya en su ensayo “Nicanor en Chillán”, nos informa algunos detalles poco conocidos de los días en que Nicanor ejercía como Profesor de Física, recién titulado en el Liceo de su juventud. Vivía en el internado, mantenía una relación respetuosa y afectiva con su rector. Entre sus amigos, el colaborador poético del diario «La Ley»: Aliro Zumelzu. En el verano del 39, el calor sofocante de Chillán empuja a Nicanor, como a los otros, a pasear hasta tarde. Iba a la llegada del nocturno y conversa y discute con su amigo “periodista” hasta bien anochecido. Se separa de Aliro, quien se dirige a su diario y él a su Liceo. Al llegar al internado se encuentra con el rector, inician una breve conversación y ¡EL TERREMOTO DEL 39! TODO CHILLAN EN EL SUELO. Más de 20 mil muertos. Los escombros impiden caminar y ver.  Nicanor recuerda a su amigo y camina hasta las cercanías del diario entre adobes y palos, distingue un brazo y reconoce la camisa de su amigo. Este doloroso episodio está consignado en:

La mano de un joven muerto.

Esta mano que ayer cortó una rosa

y esta rosa cortada en una mano

esta que aún dormido estoy mirando

Y esta que aún despierto no se borra.

Este nardo que ayer fuera paloma

Y esta paloma fija que fue nardo

Este campo de nieve de una mano

Y esta mano tranquila que reposa.

Esta cosa que canta y esta cosa

que proviene del cisne por su canto

sólo esta mano y esta mano sola.

Aquí la podéis ver a cualquier hora

esta que aun dormida estoy mirando

y esta que aún despierto no se borra.  (enero, 1939) .

 

 

 

 

Categorías: Literatura
Etiquetas:

Escuchar artículo

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Search
Generic filters

COMPARTE ESTA NOTICIA

Suscríbete en nuestro boletín

Loading

Artículos que te pueden interesar

Últimos artículos