El disco está muy cuidado en los aspectos formales: tiene una base de guitarra, contrabajo y percusión con algunos instrumentos invitados para cada tema: bandoneón, cello, etc. Que le aportan su color y sus características singulares. También hay un trabajo muy cuidado en las voces y en los arreglos corales. ¿Cómo trabajaste el arreglo musical teniendo en cuenta todos estos aspectos?
Esa parte del trabajo tuvo muchas etapas. Todos los arreglos de los cuatro instrumentos principales fueron hechos durante los ensayos con Juane Telechea, Fede Echeverría y Nico Echeverría, el aporte de ellos fue un toque mágico, de ahí surgió el nombre de «Los Alquimistas» para el grupo.
Los cuatro tenemos un acervo musical muy parecido, obviamente el de ellos tres es mucho más rico pero circulamos por carriles parecidos. Esto hizo que todo fluyera muy naturalmente. Yo quería algunas cosas básicas, como por ejemplo que hubiese contrabajo en vez de bajo eléctrico, decisión que a medida que nos trasladábamos en cada ensayo era cada vez más pesada, pero valió la pena.
El bandoneón fue un tema aparte, estábamos en el estudio de grabación y yo le digo a Álvaro Torres, que además de ser el dueño del estudio es un pianista y tecladista superlativo, y que también sabía los temas casi de memoria de tanto escucharlos, que había pensado que él hiciese ese sonido con un teclado. Me dijo: «ni loco, llamá a Claudio Gandolfo». Así lo hice, Claudio llegó al estudio, preguntó cuáles eran los temas y qué quería, hizo dos tomas para cada tema basado en lo que hablamos, nos dejó a todos con la boca abierta y se fue.
Los arreglos de voces los hizo Ramiro Cubilla, una delicadeza y los grabaron él y Tomás Crego, dos voces excepcionales. En algunos temas hay grabadas hasta cinco voces, todas hechas por ellos.
Después, a la hora de la mezcla aparecieron cosas al azar, tomar una voz, recortar una parte y ponerla en un lugar distinto al original o decidir que un final que había sido hecho jugando, pensando que no quedaría registrado nos parecía que iba justo. Y tantas cosas.
El disco transita por distintos ritmos: chacarera, zamba, candombe, sonidos rioplatenses onda Drexler, otros más tangueros (o «tangueados«), aún así, conviven naturalmente. Si estuvieras de acuerdo con este concepto: ¿Cómo conseguís mantener esa unidad, es algo intencional?
Los géneros son parte de mi bagaje musical, de mi historia, son los sonidos de mi vida. Con los temas «tangueados» hay algunas cosas divertidas, con mis hijos Nico y Fede siempre hablamos mucho de música, y en relación al tango, y fundamentalmente con Nico, a veces nos trenzamos porque yo soy muy crítico con algunos tangueros. Con algunas letras de tango. Ellos no habían participado de las grabaciones de bandoneón ni de la mezcla. El día que retiramos los cds, lo íbamos escuchando en el auto y Nico me dijo: «me emociona escucharlo, es tango actual».
Otro aspecto importante del disco es el cuidado evidente de la poética: sutil y elaborada. ¿Partiste de los versos escritos y le agregaste la música? ¿Privilegiaste a una por encima de la otra?
Cada canción aparece de una manera particular, unas letra y música juntas, otras se arman al encontrar alguna poesía olvidada que en ese momento convoca a una música. Otras tienen procesos laboriosos, entonces hago una canción y no me convence alguna parte. Entonces hago una nueva música entera distinta, y ahí veo que no me suena algo de la letra, y reescribo, y otra vez vuelvo a trabajar con la música y después con alguna palabra y, en ese ir y venir, se va armando.
Ahora estoy terminando un disco que está basado en textos de Eduardo Galeano: «Los hijos de los días». Leí por primera vez alguno de esos textos en el diario antes de la aparición del libro. Y me dije que estos textos piden música. Es tan particular. Un músico dijo una vez: «si yo supiera de dónde vienen las canciones iría mucho más seguido a ese lugar». Hermoso, ¿no?
La ejecución también es muy prolija y ordenada, ¿quién se encargó de la dirección musical o fue algo que se generó espontáneamente?
La dirección musical es de «Los Alquimistas», ellos hicieron los arreglos y además me iban ordenando mis partes,… «acá estaría bueno que toques así, acá un poco «asá», acá la rítmica de la guitarra suena mejor de esta manera», y tantas cosas más.
El sonido está muy limpio y la grabación es muy prolija.
Trabajamos de una manera particular, yo quería que suene fresco, como si fuese en vivo. Quería grabar tocando todos juntos. No primero las bases y después tal o cual instrumento y después la voz. Entonces ensayamos mucho tandas de tres o cuatro temas, y cuando los teníamos íbamos al estudio y grabamos varias tomas de los temas, elegimos la que más gustaba y esa quedaba.
El técnico del estudio, Amadeo Álvarez, hizo un trabajo impresionante, además de lo técnico pesó su oído finísimo y su trabajo súper meticuloso. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que escuchaba y volvía a escuchar todo un tema o una parte hasta que sonase perfecto.
¿Quién se encargó de la producción ejecutiva?
Y… fui armando ese rompecabezas, aparecían los temas y buscaba la manera, veía con quién, la tapa es un gran dibujo de Poly Bernatene, la foto interior es una de una serie muy bella que hizo Alicia Rozental durante un día de ensayo entre mates y facturas.
Lo que puedo decir después de haber contado estas cosas es que todo el proceso fue muy grato, lo disfrutamos mucho, el compromiso de cada uno fue inmenso y lo recuerdo con enorme gratitud y alegría.
Una última pregunta fuera de programa. Aunque la respuesta esté sugerida en parte de la entrevista, quisiera saber ¿Cómo fue tocar con tus hijos Fede y Nico y, en este caso particular, haber grabado un disco en el que le cediste a ellos una tarea tan importante como son los arreglos musicales?
En principio, lo que más placer me da es haber generado ese espacio que compartimos, en el que el trabajo fue serio y divertido, fue riguroso a la vez que dinámico y flexible, todas las opiniones se pensaban, se probaban. Siento que no les cedí la tarea sino que ellos la tomaron, quisieron hacerlo. Para ellos era también un desafío. Y de esos encuentros/ensayos surgieron los arreglos. Fue un crecimiento de las canciones.
El nombre de «Alquimistas» es porque convirtieron lo que yo llevé en algo precioso. Yo aprendí muchísimo de ellos. Quiero aclarar que Juane es como un sobrino también. Yo disfruté de ver cómo maduraron, humana y musicalmente. Son grandes profesionales. Grandes personas.
Mi nombre es Jorge Echeverría, buscador de formas de expresión, hago diseño de estructuras, juegos de ingenio, títeres, escribo teatro, compongo canciones y música para teatro y también escribo poesía como en mi última contribución al libro «Postales de Cuarentena».
Para escuchar el album «Botellas al mar del tiempo» les dejamos el link de Spotify:
Muchas gracias Susana y Pablo por la nota. Quedó muy linda!!
Muchas gracias Jorge. Para nosotros fue un placer hacerla. Nos encanta el disco!
Qué buena nota!!! Conmovedora!!!!
Qué buena experiencia ese disco!!!
Gracias Ali!! Por tus fotos y por haber acompañado todo éste proyecto desde sus inicios!!
Hermosa entrevista !! Muchas gracias a papa por las palabras de elogio, grabar este disco fué una alegria doble por la música bellisima que contiene y por haberlo hecho con mi familia y Juane
Buenisima nota !
Un privilegio para mí aportar a estas hermosas canciones y compartir todos los procesos del disco con estos amigos entrañables
Juane querido!! Gracias!! Un inmenso placer haber compartido este camino con vos!!
Qué linda entrevista! Resulta muy interesante conocer este trabajo tan artesanal. tan cuidado y con tanto sentimiento. Que viva la música!
Muy linda nota… tengo el C.D. Felicitaciones a todos los que hicieron este trabajo. Un abrzo.
Gracias Sánchez!! Abrazo grande!!
Preciosa nota y preciosas canciones! Felicitaciones a todos.
Muchas gracias! A nosotros también nos encanta!