En el Día internacional del Libro Infantil y Juvenil queremos recordar a quien fuera una referente literaria incuestionable en nuestro país: María Elena Walsh.
Sus obras infantiles se destacaban por su trasfondo ideológico y crítico. Walsh huía de los estereotipos y de las palabras edulcoradas para tratar temas sociales y criticar aspectos del mundo que la rodeaba.
Denunció en repetidas ocasiones, a través de su música y literatura, la situación de su Argentina natal. Fue nombrada doctora honoris causa de la Universidad Nacional de Córdoba.
Sus libros, clásicos de la literatura infantil, han sido traducidos al francés, inglés, italiano, sueco y hebreo.
En 1991 fue galardonada con el Highly Commended del Premio Hans Christian Andersen de la IBBY y en 1995 recibió el Premio Mundial de Literatura José Martí.
Su producción literaria fue enorme, citamos algunos de sus libros más importantes:
El reino del revés año – 1964
Zoo loco – año 1964
Dailan Kifki – año 1966
Cuentopos de Gulubú – año 1966
Y Aire libre – año 1967
En el año 1979, en plena dictadura militar, publicó un famoso manifiesto en contra de la censura, célebre por su audacia y su valentía, titulado:
«Desventuras en el país jardín de infantes».
«Si alguien quisiera recitar el clásico “Como amado en el amante / uno en otro residía …” por los medios de difusión del País-Jardín, el celador de turno se lo prohibiría, espantado de la palabra amante, mucho más en tan ambiguo sentido.
Imposible alegar que esos versos los escribió el insospechable San Juan de la Cruz y se refieren a Personas de la Santísima Trinidad. Primero, porque el celador no suele tener cara (ni ceca). Segundo, porque el celador no repara en contextos ni significados. Tercero, porque veta palabras a la bartola, conceptos al tuntún y autores porque están en capilla.
Atenuante: como el celador suele ser flexible con el material importado, quizás dejara pasar “por esa única vez” los sublimes versos porque son de un poeta español.
Agravante: en ese caso los vetaría sólo por ser poesía, cosa muy tranquilizadora. El celador, a quien en adelante llamaremos censor para abreviar, suele mantenerse en el anonimato, salvo un famoso calificador de cine jubilado que alcanzó envidiable grado de notoriedad y adhesión popular.
El censor no exhibe documentos ni obras como exhibimos todos a cada paso. Suele ignorarse su currículum y en que necrópolis se doctoró. Sólo sabemos, por tradición oral, que fue capaz de incinerar La historia del cubismo o las Memorias de (Groucho) Marx. Que su cultura puede ser ancha y ajena como para recordar que Stendhal escribió dos novelas: El rojo y El negro, y que ambas son sospechosas es dato folklórico y nos resultaría temerario atribuírselo.
Tampoco sabemos, salvo excepciones, si trabaja a sueldo, por vocación, porque la vida lo engañó o por mandato de Satanás.
Hace tiempo que somos como niños y no podemos decir lo que pensamos o imaginamos. Cuando el censor desaparezca ¡porque alguna vez sucumbirá demolido por una autopista! estaremos decrépitos y sin saber ya qué decir. Habremos olvidado el cómo, el dónde y el cuándo y nos sentaremos en una plaza como la pareja de viejitos del dibujo de Quino que se preguntaban: «¿Nosotros qué éramos…?»
El ubicuo y diligente censor transforma uno de los más lúcidos centros culturales del mundo en un Jardín-de-Infantes fabricador de embelecos que sólo pueden abordar lo pueril, lo procaz, lo frívolo o lo histórico pasado por agua bendita. Ha convertido nuestro llamado ambiente cultural en un pestilente hervidero de sospechas, denuncias, intrigas, presunciones y anatemas. Es, en definitiva, un estafador de energías, un ladrón de nuestro derecho a la imaginación, que debería ser constitucional.
Sí, la firmante se preocupó por la infancia, pero jamás pensó que iba a vivir en un País-Jardín-de-Infantes. Menos imaginó que ese país podría llegar a parecerse peligrosamente a la España de Franco, si seguimos apañando a sus celadores. Esa triste España donde había que someter a censura previa las letras de canciones, como sucede hoy aquí y nadie denuncia; donde el doblaje de las películas convertía a los amantes en hermanos, legalizando grotescamente el incesto.”
gracias por compartir bellas lineas , son geniales.